“Mi hijo de 9 años salía de la clase de Educación Física. Tres niños le estaban esperando con un palo de metal. Le pegaron durante 20 minutos”, narra una madre a Atlántico Hoy. Su hijo ha sido una de las víctimas de las dos últimas brutales palizas que se han producido en colegios canarios y está atendiendo la Asociación Canaria No al Acoso (ACANAE).
La segunda situación violenta se produjo en un centro privado del sur de Tenerife. En este caso, un menor de 14 años fue agredido por 15 compañeros del centro educativo. “Mientras uno agarraba, se iban turnando para pegarle”, cuenta la madre del adolescente a este medio.
Las dos agresiones reflejan cómo se han agravado el acoso escolar y las situaciones violentas en los colegios hasta el punto de llegar a ser “más crueles”, como señala Lorena Martín, psicóloga y presidenta de ACANAE.
Inacción por parte del colegio
En el primer caso, el menor de 9 años salía de la clase de Educación Física y se dirigía a su aula para continuar la jornada escolar; sin embargo, en la rampa que une el patio con las clases, tres niños de un curso superior — de 10 años cada uno —, le estaban esperando, dos de ellos con un palo de metal, cuenta su madre, que apunta que “estuvieron pegándole durante 20 minutos” y se formó un corrillo alrededor.
La madre del pequeño indica que “ningún profesor vio nada” y que su hijo, después de la paliza, ayudado por dos amigos para poder caminar , acudió a la maestra y ésta “le dijo que no era nada porque, como él intentó defenderse, se trató de una pelea normal de colegio”.
Tras lo sucedido, la progenitora levantó un informe médico en urgencias y pidió hablar con la directora y el jefe de estudios del centro; sin embargo, la actuación por parte del equipo escolar no fue suficiente.
Obligada a cambiar de centro
“El colegio en general no hizo absolutamente nada. Al ser un centro concertado, nunca ha activado el protocolo de acoso escolar con la consejería de Educación y me dijeron que si yo lo activaba, el niño iba a quedar bajo una lupa, como si fuera una especie de advertencia”, relata la madre.
Ante la inacción del centro y la situación de encontrarse con los agresores “casi todos los días en la entrada con actitud amenazante”, la progenitora optó por “cortar por lo sano” y cambiar al pequeño de colegio “por salud”. Su hijo ha quedado con secuelas psicológicas “que todavía estamos tratando con su psicóloga”.
15 agresores
La familia del segundo caso también ha sufrido la inacción del centro educativo. La madre del menor de 14 años expone que después del comedor, mientras su hijo se encontraba en el patio del colegio, 15 adolescentes se acercaron a él y lo arrastraron hasta otro punto del espacio, donde no había vigilancia, y ahí “le fueron pegando de uno en uno”.
La progenitora ha presentado una denuncia a la policía junto al parte de heridas. “Mi hijo no pudo defenderse. Incluso uno de los agresores le metió el dedo por el culo, aunque los abogados nos han dicho que no se considera agresión sexual porque fue por encima del pantalón”, explica. Según relata a este medio, el menor “no tenía problemas con nadie” y de los 15 agresores, “solo conocía a uno de ellos”.
Sin activar el protocolo
A pesar de lo sucedido, “el colegio no hizo nada”. “Solo expulsaron a dos de los agresores durante dos semanas”, lo que llevó a que el adolescente no acudiera al centro “por miedo”. Como en el otro caso de violencia escolar narrado, la familia se ha visto obligada a cambiar de colegio y el menor está acudiendo a terapia porque sufre ataques de pánico. “La imagen de la paliza vive en su cabeza. Estamos tratando de ayudarle con el trauma”, dice apenada la progenitora.
La madre declara que se han sentido solos ante toda esta situación, ya que el protocolo de acoso escolar tampoco fue activado “por no perder prestigio al ser un colegio privado”. “No ha habido un castigo o acción directa hacia los agresores y ellos también necesitan una ayuda para saber por qué hacen eso”, expone.
Mayor vigilancia
Para la madre del menor es vital una mayor seguridad para los niños. “No hay suficiente profesorado para vigilar. Quizás habría que poner cámaras para así al menos controlar lo que sucede dentro del centro”, propone.
Asimismo, considera necesario aumentar la comunicación entre profesorado, dirección y las familias. En su caso, agradece que su hijo le cuente todo, pero se pregunta qué pasaría en otros casos.
Nueva ley contra el bullying
Estas situaciones violentas en centros educativos se suman a las reclamaciones de la recogida de firmas para impulsar una ley contra el acoso escolar, que ha iniciado Laura Fernández, madre de Lucía, la menor de 12 años que se suicidó en Tenerife el pasado febrero.
El objetivo es alcanzar las 500.000 firmas y así pedir al Gobierno central que se apruebe una ley más dura contra el bullying, ante la ineficacia del protocolo de actuación contra el acoso escolar al no ser activado en muchos casos.
Entre las propuestas de esta nueva ley, familias y asociaciones proponen que se activen mecanismos judiciales inmediatos a través de la Fiscalía de Menores al detectar acoso grave y sean trabajadores sociales especializados los que evalúan la situación, así como permitir tomar acción sobre los agresores y no queden impunes por su minoría de edad.



