En el corazón del archipiélago Chinijo, al norte de Lanzarote, existe una isla que muy pocos han podido pisar. A pesar de su belleza natural y su valor ecológico, el acceso está limitado tanto por su estatus de protección como por sus propietarios privados. Esta combinación la convierte en uno de los enclaves más exclusivos y desconocidos de Canarias.
Con aproximadamente 10 kilómetros cuadrados de extensión, esta isla forma parte del Parque Natural del Archipiélago Chinijo y la Reserva Natural de los Islotes del Norte de Lanzarote. Su ubicación remota y su carácter protegido hacen que sea uno de los lugares menos accesibles del archipiélago. Se trata de la isla de Alegranza.
Isla privada
A diferencia de otros espacios protegidos de Canarias, Alegranza es de propiedad privada. Desde la década de 1940, pertenece a la familia Jordán-Martinón, y su acceso está condicionado tanto por la Consejería de Medio Ambiente del Gobierno de Canarias como por la autorización expresa de los dueños. Para llegar, es necesario un barco privado y solo existe un punto seguro de fondeo en la Playa del Veril.
Aunque hoy en día no tiene residentes, Alegranza sí albergó actividad humana en el pasado. A principios del siglo XX, se estableció una pequeña explotación agrícola y ganadera, cuyos restos aún pueden encontrarse en el sur del islote. Sin embargo, el terreno inhóspito y el aislamiento hicieron que sus habitantes acabaran abandonándolo.
Un paraíso volcánico
Uno de los elementos más emblemáticos de la isla es el Faro de Punta Delgada, construido en el siglo XIX. Actualmente funciona de manera automática, pero su valor histórico le llevó a ser declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en 2002.
Desde el aire, Alegranza impresiona por su enorme cráter volcánico, conocido como La Caldera, que mide 1,3 km de diámetro y alcanza los 298 metros de altitud. Además, el terreno cuenta con otras formaciones como la Montaña de Lobos (220 m) y el Morro de las Atalayas (130 m). Su aislamiento la ha convertido en un santuario para aves marinas, albergando una de las mayores colonias de pardela cenicienta de la Macaronesia, con más de 10.000 parejas. También es hogar del halcón de Eleonor, el águila pescadora y el petrel de Bulwer.