Ya las palabras están gastadas para contar lo de esta gente. Se repiten, y uno siempre se pregunta cómo logran llegar tan alto. Pero llegan, se asientan, roban, mandan y destrozan. Podría haber titulado esta columna los destrozadores, pero lo que queda es un barro peligroso en el que terminamos resbalando todos y, en el caso de Ábalos, Koldo y Cerdán, resbala la democracia, dejando en evidencia a quien vino a terminar con la corrupción casi idéntica de los que estaban antes. Pedro Sánchez pide perdón, pero se queda. Sabe que el tiempo lo borra todo, y que hasta olvidamos los nombres de los corruptos en unas semanas. Ayer mismo trataba de recordar el nombre de Correa, que es el Aldama de ahora, junto con Bárcenas, el Cerdán de nuevo cuño, o el Bigotes, que es el Koldo, esta vez con más músculos y más presencia por si hay que sacar los puños y dar tortazos para defender el monipodio.
Ya lo vimos hace años con Filesas, con Roldanes, tan parecidos a esas Kitchens y a esos Gúrteles, todo podrido, todo por el peso de partidos que se creen impunes cuando gobiernan, todo mentira, aunque parezca verdad y no queramos generalizar porque no todos han metido la mano; pero sí es verdad que todos se protegen. Antes, en todas esas trapisondas, se cambiaba de partido cada ocho o doce años y se empezaba de nuevo confiando en ese olvido inevitable que les decía al principio, que ya sabemos que las condenas llegan tan tarde que cuando se dictan uno ya no recuerda exactamente qué fue lo que pasó, cuánto robaron y todo lo que amañaron para hacer más ricos a los que casi siempre se van de rositas. Pero esta vez no viene la alternancia: la izquierda, la socialdemocracia que tendría que blindar los principios esenciales de la democracia, le está tendiendo un puente de plata a la ultraderecha, que está observando todo, esperando la reacción de muchos jóvenes que, mientras escuchan todas estas trapisondas con suripantas, francachelas y desplantes de Torrentes, que es lo que son esos mangantes, comprueban que no pueden acceder a una vivienda, que les pagan tres duros en sus trabajos y que les vale de poco la formación y el esfuerzo de muchos años.
La alternativa que han conocido es igual o peor, y ellos no tienen la perspectiva de muchos de nosotros, la salida de una dictadura y la construcción de la libertad con cada paso de los ciudadanos y de aquellos políticos que tan poco se parecen a estos tipos de manual y telegenia que mienten más que hablan. Ninguno de esos partidos ha puesto en marcha una ley de Educación consensuada que nos ayude a forjar una generación de ciudadanos libres, con espíritu crítico y con formación en valores y en conocimientos. Todos siembran las teles públicas de programas que atonten, y su única obsesión es controlar esa educación y maniatar a la justicia, ese poder que todos quieren amarrar para que no haya ningún control de sus trapisondas. Nosotros, los de entonces, no podemos mirar para otro lado, dejando que caiga la democracia por culpa de estos mangantes repetidos; pero, como digo, esta vez, tras el hartazgo y el enfado de mucha gente, el daño que están haciendo puede devenir en una subida tremenda y peligrosa de Vox o en la aparición de un Orbán o un Trump con vitola torera.
Esta astracanada nos tiene a todos de mal humor porque, no lo olvidemos, todos esos euros que muerden o dilapidan en prostíbulos y marisquerías, vienen de nuestro esfuerzo y de nuestro trabajo. Y también eran los que tenían que haber servido para construir más residencias de mayores, más hospitales y más colegios. Se lo han llevado ellos, los de siempre, sabiendo que tras el paso de un par de años por la cárcel, si es que entran, se darán la vida padre en cualquiera de esos paraísos a los que han estado yendo y viniendo en Falcon como quienes cogen una bicicleta.