A veces, basta un vídeo de apenas once segundos para incendiar los ánimos de toda una comunidad. En esta ocasión, ha sido Mercadona quien ha encendido el debate con su último lanzamiento: un producto que ha despertado cierto rechazo en Canarias. En TikTok, la red que más rápido convierte lo cotidiano en polémica, el clip ha corrido como la pólvora.
El motivo: aguacate troceado y congelado, envasado en bolsas de un kilo y con un precio que ronda los ocho euros. Aunque en otras regiones puede parecer práctico, en Canarias la reacción ha sido casi unánime, al menos en los comentarios.
El precio, bajo lupa
El vídeo muestra cómo el nuevo aguacate congelado de Mercadona se encuentra en la sección de frutas ultracongeladas, junto a fresas, arándanos y frutos rojos, productos estrella del verano. Pero en los comentarios no hay espacio para elogios. El foco se ha puesto en el precio y, sobre todo, en la procedencia del producto.
“Con el aguacate tan bueno que tenemos en Canarias y lo comprarán congelado… y de otro sitio”, lamenta un usuario. La comparación es inevitable: el aguacate de Mogán, conocido por su textura mantequillosa y su sabor inconfundible, cuesta en fresco menos de cinco euros el kilo.
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Debate entre calidad y comodidad
Otro usuario hace números: “El kilo fresco cuesta 4,70. Te ahorras 1,40 aunque el sabor será raro supongo…”. Y aunque hay quienes defienden la utilidad de este tipo de productos —“los congelados conservan mejor los nutrientes”, apunta una usuaria—, en Canarias prima el producto local. El valor sentimental y gastronómico del aguacate isleño pesa más que la comodidad.
Y no es solo una cuestión de sabor. Para muchos canarios, consumir productos locales es una forma de proteger su economía, su paisaje y su identidad. El aguacate no es solo una fruta: es un emblema de la tierra, cultivado en terrazas que desafían al tiempo y al clima.
El apego al producto local
El aguacate canario, especialmente el de municipios como Mogán o Valle de Guerra, no tiene rival en frescura ni en textura. Comprar un producto congelado que no proviene de las islas, y además a un precio superior, resulta un sinsentido para muchos isleños.
La polémica ha dejado claro que, más allá del marketing o la innovación, la relación con la comida en Canarias es emocional. No se trata solo de comprar un ingrediente, sino de lo que representa: la cercanía, el origen, la autenticidad. Algo que difícilmente se puede encontrar en un pasillo de congelados.