Turistas en el Parque Nacional de Galápagos / PARQUE NACIONAL DE GALÁPAGOS
Turistas en el Parque Nacional de Galápagos / PARQUE NACIONAL DE GALÁPAGOS

¿Qué puede aprender Canarias de Galápagos para proteger su biodiversidad?

Los dos archipiélagos volcánicos tienen aspectos en común, pero sus modelos económicos y la gestión de los territorios marcan la diferencia en cuanto al cuidado de su biodiversidad

ariadna

Canarias y Galápagos son dos archipiélagos volcánicos en medio de un océano con una biodiversidad única. Esa es la única semejanza que tienen, ya que mientras uno está en el Atlántico y cuenta con más de dos millones de habitantes, el otro se ubica en el Pacífico y alcanza apenas los 40.000…Pero la gran diferencia entre ambas es su manera de gestionar la protección de su biodiversidad.

Manuel Nogales, delegado en Canarias del CSIC, lleva trabajando entre ambos archipiélagos alrededor de más de 15 años, tiempo suficiente para ver que en las islas atlánticas se deben dar ciertos pasos para evitar un colapso medioambiental, aprendiendo sobre el control y el equilibrio que han logrado las islas vecinas del otro lado del charco. 

Diferentes gestiones 

Para el también profesor de investigación del CSIC, “comparar Canarias con Galápagos es comparar dos planetas completamente distintos”. La principal diferencia, según el científico, está en el modelo económico y la gestión del territorio. 

Tanto el número de residentes como la cantidad de visitantes que reciben ambos conjuntos de islas son representativos de esta diferencia de gestión. Con más de 2,2 millones de habitantes y una presión turística que supera los 18 millones de visitantes al año, Canarias se enfrenta a una encrucijada ambiental. Mientras tanto, Galápagos, con apenas 40.000 residentes y alrededor de 300.000 turistas anuales, ha implementado un modelo de desarrollo mucho más controlado y sostenible.

Ecotasa

“En Galápagos saben cuántos turistas pueden recibir”, expone Nogales, quien indica que el archipiélago ecuatoriano protege su biodiversidad con políticas restrictivas, como, por ejemplo, “una tasa de ingreso de unos 100 dólares por turista extranjero”, cuya partida es “finalista” a la conservación. 

No obstante, en Canarias, “no se ha logrado un equilibrio entre conservación y presión humana”. “Seguimos construyendo y se continúa debatiendo si ecotasa sí o no”, expresa.   

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Galápagos tiene un mayor control de sus visitantes / EFE

Protección de los espacios

Nogales expone que el territorio —la auténtica “gallina de los huevos de oro” de Canarias— está en riesgo: “Si no tenemos en cuenta esto, vamos muy mal ambientalmente. Y ya no vamos bien. Nuestros paisajes únicos están en peligro. Y lo peor es que necesitamos una mayor conciencia ambiental por parte de todos los órganos de gestión, incluido el estamento político”.

Para él, un claro ejemplo de la gestión que afecta al territorio de las islas es el volumen de visitantes que acuden al Parque Nacional del Teide. Se estima que en 2024 superó los 5 millones de visitantes, por lo que es el segundo más visitado del mundo, solo por detrás del Parque Nacional de Yellowstone y del Cañón del Colorado, que supera con creces la superficie del pico canario. 

A esto se suma que “estamos perdiendo calidad de vida”, señala Nogales, especificando que no habla solo como investigador, sino como propio ciudadano, en este caso de Tenerife. “La población sigue aumentando, hay colas, uso intensivo de los espacios naturales, etc. Esto tiene que tener un tope”, narra. 

Hoja de ruta

Desde su experiencia directa, Nogales traza una hoja de ruta clara para que Canarias no pierda su riqueza natural, poniendo como primer paso el poner en valor el medio natural, así como controlar el crecimiento poblacional y turístico, buscando un equilibrio sostenible. 

Para poder caminar hacia esta gestión, considera vital escuchar a la ciencia y respetar las líneas ecológicas establecidas por los expertos; además de formar y exigir compromiso ambiental por todos los agentes implicados. Todo ello, añade el investigador, motivado por las futuras generaciones y preguntando “qué legado natural les vamos a dejar”. 

Frente al colapso ecológico que ya se vislumbra, la experiencia de Galápagos ofrece un espejo incómodo pero necesario. Un modelo al que mirar… si aún hay voluntad de cambiar.