Cuando el otoño llega y el aire se impregna de ese olor a tierra húmeda y fuego encendido —aunque en Canarias parece que aún esa época no ha llegado—, pocos sabores evocan tanta nostalgia y tradición como el de unas buenas castañas guisadas en dulce. Este plato, sencillo y de raíces campesinas, ha pasado de ser una receta humilde a convertirse en un auténtico manjar de temporada que mantiene viva la memoria de los hogares canarios.
Su aroma a matalauva —también conocida como anís en grano— es el toque distintivo que transforma unas simples castañas en una comida perfumada y reconfortante.
Castañas guisadas en dulce
La receta, transmitida de generación en generación, solo necesita unos pocos ingredientes, todos ellos al alcance de cualquier despensa. Lo que antaño era una comida de aprovechamiento hoy se celebra como una joya de la cocina otoñal.
- Castañas (cantidad al gusto)
- Sal
- Agua
- Matalauva (anís en grano)
La preparación no tiene misterio, pero sí requiere paciencia y cariño, esos dos condimentos que siempre marcan la diferencia en la cocina tradicional.
Elaboración paso a paso
El primer paso consiste en hacerle un pequeño corte a las castañas para evitar que revienten durante la cocción. En una olla amplia se añade el agua, la sal al gusto, una cucharada generosa de matalauva y unas gotas de aceite (solo si quieres para que sean más fáciles de pelar), que liberará su aroma anisado conforme el calor vaya obrando su magia.
Después, se incorporan las castañas y se cuecen a fuego suave durante unos 25 minutos si se utiliza una olla rápida, o aproximadamente una hora en una olla convencional, hasta que estén tiernas y bañadas en un almíbar ligero. Una vez cocinadas, basta con escurrirlas y servirlas calientes para que sean fáciles de pelar y para disfrutar de ese equilibrio entre lo dulce y lo especiado que hace de esta receta un clásico del otoño.

El sabor de la sencillez
Lo que hace especial a estas castañas con matalauva no es la complejidad, sino su sencillez reconfortante. El dulzor y el perfume del anís y la textura harinosa de la castaña se combinan en un bocado que sabe a hogar, a brasero y a tardes de manta.
Esta receta representa el espíritu de la cocina de antes: pocos ingredientes, mucho sabor y el arte de hacer magia con lo cotidiano.
Un toque curioso
Aunque pueda parecer inusual, existe una tradición popular que le añade un contraste sorprendente. Algunos acompañan las castañas dulces con una lata de sardinas, mojándolas en su aceite. Puede sonar atrevido, pero quienes lo prueban aseguran que el resultado es riquísimo: un juego de sabores entre el dulzor del anís y la salinidad del pescado.
En definitiva, estas castañas guisadas con matalauva son más que un simple plato otoñal; son un pedazo de historia culinaria, un guiño al pasado que cada otoño vuelve a recordarnos que la auténtica cocina nace de lo sencillo, lo honesto y lo compartido.