La Federación Canaria de Surf (FCS) condena la violencia ejercida por un surfista local para echar del agua a una pareja de turistas venezolanos en la ola de Punta Blanca, en el municipio de Guía de Isora, en Tenerife.
"Esto no puede ocurrir en ningún caso, nunca hay que recurrir a la violencia para poner orden en el agua", asegura el presidente de FCS, Ángel Lobo, aún impactado por lo ocurrido este fin de semana en Punta Blanca, igual que la mayoría de la comunidad surfera.
Las imágenes grabadas muestran cómo el surfista local golpea en el agua al venezolano, incluso sale fuera, lo persigue y le lanza varias piedras.
Masificación
Las situaciones de tensión suelen ser habituales en los picos de calidad cuando están masificados, tanto entre amigos o locales como con gente de fuera.
La diferencia en este caso es que la escena fue grabada por la pareja del surfista visitante, dejando en muy mal lugar al local que lo echó del agua.
A juicio de la Federación, el surfista tinerfeño "no se supo comportar", pues no se puede impedir a nadie entrar al agua y mucho menos echarlo con violencia.
Colaboración
Lobo recuerda que "todos" deben "colaborar" para mantener el equilibrio en el pico, no sólo el que viene de fuera, que es la excusa daba por el agresor para tratar de justificar su actuación.
En el surfing hay un código de normas no escritas que dan preferencia a los locales frente a los casuales a la hora de coger olas en una rompiente consolidada.
Ese orden lo marcan las personas que se han criado o residen en la zona, seguidas de los surfistas asiduos que se han ganado el respeto de los locales, sin olvidar la edad y la destreza sobre la tabla, que también es importante para decidir qué olas se reman y cuáles se ceden.
Todo esto debería tenerlo presente el que viene de fuera a surfear para no generar problemas en el agua. Lo habitual, explica Lobo, es situarse en el brazo de la ola, lejos del pico, para no interferir con los locales, y desde ahí ganarse la aprobación de los parroquianos.
Ola técnica y de calidad
El problema en Punta Blanca es que es una ola muy técnica y exigente, que forma buenos tubos. Esto implica que sólo la cojan de manera habitual cuatro o cinco locales a la vez, generándose situaciones incómodas cuando hay más de siete personas en el agua, porque es una ola sobre fondo de roca que siempre rompe en el mismo sitio.
La masificación turística y el auge de los deportes de naturaleza, como el surfing, ha motivado que otras zonas cercanas estén llenas de extranjeros, como sucede en Las Américas, donde ya casi no se respeta el orden natural creado por la comunidad local en los picos.
Por eso los surfistas de Punta Blanca defienden su ola frente a la llegada de foráneos. Ocurre también en El Lloret y en El Confital, en Gran Canaria, o en casi toda Lanzarote, por citar tres ejemplos clásicos en los que es necesario ganarse la aprobación local para surfear.
Lo mismo que en Hawái
En Punta Blanca, sin embargo, se pasó la línea roja de la violencia, con agresiones explícitas que han quedado grabadas y se han vuelto virales entre la comunidad surfera. "Espero que las imágenes sirvan para reflexionar y mejorar el comportamiento de los locales en el agua", concluye el presidente de la Federación Canaria de Surf.
Y es que el localismo en el surf es universal. ¿El motivo? Es un bien escaso, es decir, tiene una capacidad de carga y todo se vuelve incómodo con demasiada gente en el agua. Ocurre aquí y en Hawái, como dejó bien claro Gerry López cada vez que surfeaba Pipeline.