Varios inmigrantes rescatados por Salvamento Marítimo, entre ellos dos menores. / EFE
Varios inmigrantes rescatados por Salvamento Marítimo, entre ellos dos menores. / EFE

El tiki-taka de la inmigración

Marean la perdiz, o hacen como hacía la Unión Deportiva de Guedes y Germán, que dormía el balón hasta dejar casi hipnotizado y sin capacidad de reacción al equipo contrario

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No tuve suerte con los profesores de matemáticas. Antes de saber qué eran las matemáticas, ya te metían miedo con las operaciones, con las fórmulas y con los números. Por eso, quizá, estuve toda mi vida tratando de huir de ellas. Nunca fui a septiembre, y solo suspendí un par de exámenes. No fue hasta el último momento cuando tuve una profesora, Encarna Reverter, que se sentó conmigo y me preguntó qué era lo que no entendía de los números. Me habló de la abstracción y de la practicidad de cada paso, pero eso ya fue en el instituto. También me dio confianza, y con confianza y buena disposición ya uno tiene solucionado la mitad de los problemas, tanto en la vida como en las matemáticas. A pesar de esa ayuda, yo me fui por las letras cuando me dieron a elegir, y además por las lenguas muertas, por el latín y el griego, que en mi opinión sirven para ordenar el pensamiento con sus declinaciones y sus construcciones gramaticales, y que, como las matemáticas, ayudan a entender lo que a veces no logramos ver por falta de perspectiva y de distancia.

Con el paso de los años, los números, y de alguna manera también las matemáticas, se utilizan para confundir y para enredar más que para clarificar; sobre todo cuando están en manos de algunos políticos, de tecnócratas y de burócratas, y no digamos de esos banqueros que te enredan con los porcentajes y que te esclavizan toda la vida con los tipos de interés, el euríbor, o las comisiones con nombres raros que aparecen cada vez que te planteas retirar algún producto que te vendieron como lo más fetén del mundo financiero. También recuerdo siempre el juego de números, cada día más grosero, de las manifestaciones entre lo que te decían los convocantes y las autoridades o las empresas hacia las que se dirigían las pancartas y las banderas. Todo es un galimatías si aparecen los números en lugar de las letras. La crisis deja de ser crisis de la noche a la mañana, aunque tú tengas cada vez menos dinero en la cartera, hasta el punto de que hoy no tenemos dinero sino dígitos que cualquier día de estos se pueden borrar de las cuentas corrientes. Cada vez hay menos oficinas bancarias y menos cajeros, y uno tiene que estar hablando largas horas con inteligencias artificiales hasta que logramos dar con una voz humana que nos dice que no puede hacer nada porque ese cometido no corresponde a su departamento. Esa voz te escucha, a veces hasta te comprende, pero luego te da largas y te vuelve a dar otro número con el que tienes que empezar de nuevo a pelear como mismo peleaba con aquellos quebrados del colegio.

Lavarse las manos

Nos adormecen y nos desesperan con los dígitos, y eso es lo que está pasando también con la inmigración en Canarias. En lugar de hablar claramente de insolidaridad, de incumplimientos de sentencias y de irresponsabilidad, nos manejan con números, con no sé cuántas salidas al día que, sumadas, darán una cantidad que ya sabemos de antemano que es una tomadura de pelo, con cifras de llegadas de pateras y cayucos que ya escuchamos como quien escucha los números de la Primitiva o con subvenciones o ayudas de esa Europa que también se lava las manos ante un problema que puede terminar quebrando la convivencia social en el archipiélago.

Somos un territorio pequeño, rodeado de mar por todas partes, que no puede estirarse añadiendo dígitos en una computadora. Todos esos números son personas que no pueden ser atendidas en las condiciones que requerirían, que viven hacinadas en cualquier espacio improvisado y que, en muchos casos, terminan deambulando desorientadas por las calles de nuestras ciudades. Pasan los meses y las cifras de ese descontrol siguen haciéndonos perder la esperanza y la paciencia. Se cruzan datos, números, porcentajes; pero nadie hace nada. Marean la perdiz, o hacen como hacía la Unión Deportiva de Guedes y Germán, que dormía el balón hasta dejar casi hipnotizado y sin capacidad de reacción al equipo contrario. Así creo que nos sentimos los canarios ahora mismo, pero aquí conocemos ese juego porque el tiki-taka lo inventamos nosotros. No se duerme nadie y nos preocupa esa deriva vergonzante de las otras Comunidades Autónomas, del Gobierno Central y de Europa. También sabemos que desde que ellos quieran se soluciona el problema de los menores inmigrantes. Solo hace falta intención, como cuando Guedes, de repente, le metía un pase al hueco a León o a Gilberto I. Pero el fútbol es un juego, y aquí estamos hablando de seres humanos y de responsabilidades humanitarias. También de sentencias que no se están cumpliendo y de una bochornosa matemática diaria con la que solo tratan de adormecernos.