El deterioro cognitivo es uno de los grandes retos del envejecimiento, al ser causante en muchos casos de discapacidad y dependencia. A partir de los 60 o 65 años, la mayoría de las personas comienza a experimentar una pérdida progresiva de memoria. Los cambios en el estilo de vida pueden prevenir este deterioro, pero ¿cómo influyen exactamente los hábitos en todo este proceso?
Esa es la pregunta que se ha propuesto contestar el investigador grancanario Juan Pedro Bolaños, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Salamanca, junto a su equipo en el proyecto NeuroSTARS. Para ello, contará con una de las ayudas más prestigiosas de la Unión Europa, una ERC Advanced Grant, que asciende a 2,47 millones de euros.
El estilo de vida
“Se sabe que el estilo de vida influye muchísimo en esa pérdida cognitiva. Si tienes un estilo de vida saludable, con buena alimentación, ejercicio físico y actividad social, el deterioro es menor. Y si es sedentario y poco saludable, el deterioro es mayor. Eso está muy bien contrastado”, apunta el catedrático.
Lo que falta por entender es cómo ocurre exactamente esa conexión entre los hábitos diarios y la salud cerebral. “No es solo la alimentación, también el ejercicio o la actividad social. No podemos reducirlo todo a si comes una hamburguesa o una ensalada. Es un estilo de vida continuado, de años, lo que marca la diferencia”, señala.
El papel de unas células
Para responder a esta cuestión, Bolaños y su equipo se centrarán en un tipo de célula cerebral poco conocida para el gran público: los astrocitos. “Son células con forma de estrella —de ahí su nombre— que se encuentran en todo el cerebro. Lo interesante es que están en contacto directo tanto con los vasos sanguíneos como con las neuronas”, explica el investigador.
Esa posición estratégica les permite detectar los cambios que ocurren en la sangre —nutrientes, hormonas, señales metabólicas— y transmitir esa información a las neuronas mediante señales químicas. Es decir, los astrocitos funcionan como sensores y comunicadores que conectan lo que pasa en nuestro cuerpo con la actividad del cerebro.
En palabras de Bolaños, “la función neuronal puede adaptarse a los cambios que tienen lugar en todo el organismo gracias a que los astrocitos son capaces de comunicar esa información”. En el marco de NeuroSTARS, el objetivo es comprobar si esta capacidad de los astrocitos es el mecanismo que explica por qué un estilo de vida saludable protege frente a la pérdida de memoria, mientras que uno sedentario o poco sano acelera el deterioro.
Estudio metabólico
Para desentrañar los mecanismos, el equipo de Bolaños recurrirá a modelos animales. “Lo que queremos hacer no se puede estudiar en humanos porque habría que intervenir quirúrgicamente en el cerebro, algo inviable. Por eso utilizamos ratones, siempre con todas las garantías de bienestar animal”, explica.
Con ellos reproducirán estilos de vida más activos o más sedentarios y observarán cómo se reflejan en la estructura y función de los astrocitos. Se realizarán estudios metabólicos, análisis de actividad cerebral y pruebas de memoria y coordinación. El objetivo es elaborar un atlas metabólico de los astrocitos a lo largo de la vida, una especie de mapa que muestre cómo cambian en función de los hábitos.
Además, el proyecto dará un paso más: mediante manipulación genética selectiva, los investigadores probarán si modificar el metabolismo de los astrocitos puede imitar o potenciar los beneficios de un estilo de vida saludable.
Posibles tratamientos
Aunque el investigador insiste en que lo ideal es mantener buenos hábitos de vida, admite que el proyecto también podría abrir la puerta a terapias farmacológicas. “Si confirmamos cuáles son los genes y proteínas implicados en el proceso, esas proteínas podrían convertirse en dianas de medicamentos. Sería como mimetizar los beneficios del ejercicio o la dieta mediante fármacos”, indica.
Bolaños es claro al respecto: “Es mejor llevar un buen estilo de vida y no tomarte pastillas. Pero hay personas que no pueden hacer ejercicio por una discapacidad física, o que no pueden seguir una dieta equilibrada por otras razones. A ellas sí se les podría ayudar de esta manera”.
Financiación
El científico y su equipo comenzaron con esta investigación hace dos años y ahora, gracias a la financiación de la UE podrán completarlo “sin ninguna restricción económica”, algo que “no es lo habitual”. Bolaños señala que está “muy contento” de tener esta oportunidad y ver el fruto de años de trabajo.
La ERC Advanced Grant es una de las convocatorias más competitivas del mundo: de las 2.534 solicitudes presentadas en 2024, solo 281 fueron seleccionadas (un 11,4%), y apenas 14 recayeron en proyectos españoles.


