Reunión de vecinos de una comunidad./ GETTY IMAGES
Reunión de vecinos de una comunidad./ GETTY IMAGES

Compra un piso en Tenerife y las reuniones de vecinos son en alemán: “Me quedé flipando”

Una joven tinerfeña compró su vivienda en Santa Úrsula y denuncia que tiene que pagar un traductor para las reuniones de vecinos porque la mayoría son alemanes

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La compra de vivienda por parte de extranjeros en Canarias tiene consecuencias directas en los bolsillos de los canarios y en la propia idiosincrasia vecinal. Una joven tinerfeña denuncia que se ha comprado su primera vivienda en el municipio de Santa Úrsula y que tiene que pagar un servicio de traducción de las juntas vecinales porque la gran mayoría de sus vecinos son alemanes. 

Esta joven, que prefiere mantenerse en el anonimato, apunta que desconocía la situación hasta que fue a su primera reunión vecinal. “Cuando ví que se empezaba a hablar en alemán y se traducía al español me quedé flipando”, apunta. “Fue un sentimiento muy incómodo, muy extraño”, valora sobre esa experiencia

Su pequeño hogar

Ella compró la vivienda el año pasado. Tras analizar la extrema situación de los alquileres se dio cuenta de que le salía más barato comprarse su propio piso que alquilar uno, así que decidió comprar un pequeño piso en Santa Úrsula, un municipio que no está en un foco turístico. 

El edificio, de unas 30 viviendas, fue construido con fondos alemanes y quienes le vendieron el piso a la joven son los propios presidentes de la comunidad de vecinos. “La mayoría son alemanes, polacos o rusos y hacen la temporada. Están seis meses aquí y seis fuera”, explica la forma de vida de la mayoría de sus vecinos. Canarios en su edificio son tres y también residen españoles peninsulares. 

200 euros de traducción

Los hispanohablantes son minoría en esta comunidad de vecinos ubicada en Tenerife, por eso tienen que desembolsar 200 euros por cada reunión para hacer la labor de traducción. “Es muy difícil cambiar lo que ya había”, explica la joven sobre las pocas posibilidades que tiene para cambiar la situación, especialmente porque “el voto cuenta en función de los metros cuadrados” y el piso de ella es de 74 metros cuadrados. 

“A mi me parece surrealista”, incide sobre la situación, que comenta que no puede cambiar porque al haberse votado antes de que ella comenzara a vivir en el edificio tiene poco margen de maniobra. La joven admite que toda esta situación le “entristece mucho”, si bien relativiza y apunta que está en una situación de “privilegio” por ser joven y tener su propia casa. El problema, apunta, es que “no tengo vínculo con mis vecinos”

“Cuando compré yo no lo sabía, mucho menos en el norte. Jamás me hubiera imaginado que mis vecinos iban a ser alemanes”, apunta la joven.