Aunque de primeras el lector pueda preguntarse acerca de algún atisbo para poder encuadrar este escrito en el especial de Gastronomía, lo cierto es que emulando al autor de El fuego invisible, Premio Planeta de Novela 2017, este pase del domingo sí va rezumar, y mucho, más que pura simbología gastronómica.
Eso sí: será más evidente (al final) descifrar tales pinceladas culinarias y de producto local de Lanzarote que esas ya más sesudas a las que se enfrenta el personaje protagonista, David Salas, a lo largo de las casi 500 páginas que rubrica el admirado escritor Javier Sierra.
Millo con gamba de La Santa, agua de mar y coliflor encurtida; sopa de cebolla tostada con queso ahumado de La Finca de Uga; tofu de judías verdes, bizcocho de almendras y albahaca…

Gamba de La Santa | Francisco Belín
Lo cierto es que "La Graciosa" –no precisamente el islote sino uno de los flamantes salones del hotel Princesa Yaiza (Lanzarote) que lleva el nombre- recibió al autor con un aforo nada desdeñable. Allí estaba el librero Norberto, de El Puente (Arrecife) pertrechado con ejemplares que luego serían firmados en una noche agradable y mágica, dada la temática que tan bien domina el polivalente Sierra.
El jefe de bares Javier Luna dedicaría el broche gustativo a la mágica presentación de “El fuego invisible” con un sugerente cóctel con el café de base e hilo argumental (otra de las pistas a seguir…), de gusto rotundo y agradable paso en boca.

El autor durante la firma de ejemplares | Francisco Belín
Sin hablar directamente de la novela vencedora entre no sé cuantos autores que se presentaron, los trazos y ese estilo particular de oratoria y narración nos fue envolviendo a los presentes. Peldaños a lo largo de un incursión histórica que hizo espolear la imaginación (san-pedro asado con salsa de ajo-negro, puré de berenjena y aceite de regaliz: otra pista gastronómica, pardiez). “Toda novela es un viaje”, afirmó precisamente el ponente, que apuntó algo realmente aclarador: “el humano se ha pasado la historia intentando descifrar enigmas y la literatura fue un recurso magnífico para acercarse y despejar los interrogantes”.

San-pedro asado | Francisco Belín
Sigamos saltando por los siglos. De 5.000 años de esa multiplicidad de interrogantes, Sierra llegó a una diríase “piedra filosofal” de las conclusiones a las que al humano le ha rondado la cabeza: ¿De dónde vienen las ideas? ¡Tiene que ver con quiénes somos!
El tobogán del discurso del autor, aparte de deleite, nos desliza a toda velocidad a 45.000 años atrás, cuando los sapiens se internaron en las cavernas –se internaron literalmente y no que quedaran, gracias a la iluminación del fuego, en la “antesala” de las grietas naturales-. "Momento en el que pasó algo: ¡la representación!".

Llamarada en el teppanyaki del Kampai (Princesa Yaiza) | Javier Sierra
Visualicemos la negrura y a continuación el fuego danzante, como una criatura viva que dotaba de movimiento a bisontes y guerreros con lanzas… Encuadremos de paso el tomatillo de árbol, el durazno, una piña de maíz rojo, la mano de Buda, el papayero cargado de fruta reventona. David Salas, el protagonista preguntaría ahora, con razón, qué tiene que ver esto con sus hazañas… Yo convidaría al lingüista del Trinity College de Dublín a endulzarse con un cóctel “Isabelina”, de Ruth Nieves (caramba, otro enigma), para apaciguar las andanzas del profesor.

Ruth Nieves y Javier Luna | Francisco Belín
“Sin nombre esto, o esto –señalaba el novelista objetos dentro de “La Graciosa”- no existiría. (El mejillón con su jugo al carbón; mostaza y salicornia no existiría…).
¿A qué empezamos a inquietarnos con la aparición de estos "recortes" culinarios? Como David Salas, sigamos en el despliegue, a ver qué nos depara…
“La ciencia pone nombre a las ‘cosas’ porque da la sensación de que ‘eso’ o ‘aquello’ ya se puede estudiar”, apostilló el escritor. Elocuente pirueta para remontar muchos siglos y situarnos en la época de Leonardo Da Vinci y su cuadro La Cena Secreta, que tuvo su hómónimo literario –best seller por cierto- escrito por el periodista turolense.

¿Se le olvidó al genio pintar los halos de los apóstoles? ¿se le olvidó el cáliz? –con todo respeto, un 100 por 100 treixadura gallego iría ni que pintado para la representación-. Sensibilidad, ésta, de Víctor Gudiño, sumiller del restaurante Isla de Lobos (hotel Princesa Yaiza).
Lo cierto es que Sierra aportó en su presentación-conferencia datos curiosos acerca del grial. “No lo encontramos en los evangelios; en 1180 se representa una doncella con un objeto que irradia haces de luminosidad sobrenatural. También se datan una serie de iconos como la espada, la lanza,…”.
Pero resalta Sierra, y esto es lo más grande, que en representaciones de las referidas iglesias de los Pirineos (San Clemente de Taüll), en el 1000 –casi 200 años antes-, ya hay frescos de una doncella sosteniendo lo que podría ser el grial y, muy posiblemente, desde donde arranca la leyenda y en un territorio, traspasando la cordillera, que se consideraba “exótico”.

Frescos de la iglesia de San Clemente de Taüll | AH
Quizá pudieran degustarse estas líneas y trazos históricos que sirven como armazón para sus libros –escribió su novela hace 20 años- y expuestos en “La Graciosa” como así el autor hizo lo propio con la visita a la Finca de Uga y posterior degustación en el buque insignia del Princesa Yaiza, el “Isla de Lobos”.

Tomatillo de árbol en la Finca de Uga | Francisco Belín
Refrescante experiencia y ¡bravo! a los intérpretes del menú degustación, de los creadores de cócteles de autor; de todos, todos aquellos que derrochan tanto cariño a los huéspedes. Agradecimiento de corazón a la propiedad de PY, a Paloma Olivier (RRSS y Marketing) y a Óscar Pubill, el director del complejo hotelero.

El chef ejecutivo Víctor Bossecker | FB
