Juan Salán, por Farruqo.
Juan Salán, por Farruqo.

Juan Salán: resistir, programar, encender la música, permanecer

Aficionado confeso al cine bélico, el promotor musical convirtió Las Palmas de Gran Canaria en un frente cultural improbable: del legendario Pub La Calle al histórico concierto de Ramones en Los Tarahales

Martín Alonso

En Apocalypse Now hay un momento menos citado que otros, pero especialmente revelador. La batalla ya ha terminado. La playa está devastada. El estruendo ha cesado y solo queda el silencio incómodo que sigue al caos. El coronel Kilgore permanece allí, consciente de que lo más difícil no era el ataque, sino seguir en pie después. No hay épica ni discurso: solo la certeza de haber resistido y de que mañana habrá que volver a empezar. A Juan Salán Herrero, promotor musicagran aficionado al cine bélico, seguro que no le ha pasado desapercibida esa escena: donde se habla de aguantar, de permanecer cuando el entorno no lo pone fácil, de convertir el desgaste en carácter.

Esa mirada ayuda a entender su trayectoria en Canarias. Porque si algo define el recorrido de Salán es la constancia en territorios donde nada estaba garantizado. La noche, la música en directo, la hostelería, la promoción cultural en una ciudad periférica: todo ello exige una mezcla poco común de intuición, resistencia y capacidad para asumir riesgos. No hay gestas rápidas ni triunfos inmediatos. Hay trabajo diario, errores, aprendizajes y una idea fija: hacer que las cosas pasen, incluso cuando parece que no hay condiciones para ello.

Primera escuela

Juan Salán nació en Burdeos en 1962, pero su biografía comienza a tomar forma muy pronto lejos de Francia. Con apenas catorce meses, su familia se trasladó a Villada (Palencia), el pueblo donde se crió y pasó su infancia. Un entorno rural, castellano, de ritmos lentos y relaciones directas, muy distinto al mundo nocturno que más tarde marcaría su vida. Villada fue, sin saberlo, una primera escuela: aprender a observar, a escuchar, a entender cómo se mueven las personas y cómo se construye la confianza en espacios pequeños.

A los doce años llegó un nuevo cambio decisivo: Santander. El traslado supuso un giro vital y el inicio de su contacto real con el mundo laboral. En la capital cántabra empezó a trabajar en la hostelería, un sector que terminaría siendo clave en su formación. Pasó por establecimientos exigentes como el Ferry o el Cañadío, donde cada jornada era un ejercicio práctico de organización, resistencia y trato con el público. Aquellos años no tenían nada de romántico, pero sí mucho de aprendizaje: entender que una noche funciona —o fracasa— por una suma de detalles invisibles.

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Juan Salán, tras ser distinguido como Hijo Adoptivo de Las Palmas de Gran Canaria. / AH
 

Al cumplir los dieciocho años se trasladó a Balmaseda (Vizcaya), otro punto más en un mapa vital marcado por el movimiento. Allí continuó trabajando en cafeterías y bares de copas, profundizando en el conocimiento del ocio nocturno desde dentro. Antes de pensar en escenarios, artistas o programaciones, Salán ya sabía algo esencial: cómo se sostiene un espacio, cómo se crea un ambiente y qué hace que la gente quiera volver. Aún no era promotor, pero estaba construyendo el oficio desde su base más dura.

Las Palmas

Ese recorrido explica por qué, cuando a finales de los años ochenta decide establecerse en Las Palmas de Gran Canaria, no lo hace como un recién llegado improvisado. La ciudad le ofrece un contexto insular, con limitaciones evidentes pero también con un enorme potencial cultural. Y Salán detecta pronto una carencia clara: faltan espacios estables para la música en directo, falta continuidad, falta ambición para traer propuestas que conecten la ciudad con lo que está pasando fuera.

En 1987 funda Salan Producciones, dando un paso decisivo hacia la promoción musical. La productora nace con una idea clara: organizar conciertos y crear circuitos que permitan normalizar el directo. No se trata solo de traer artistas puntuales, sino de construir hábito, de hacer que la música en vivo forme parte del paisaje cultural de la ciudad. En ese contexto, la apertura y consolidación de Pub La Calle no fue un golpe de suerte, sino la consecuencia lógica de años de aprendizaje.

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Juan Salán recibe a Chuck Berry en Gran Canaria. / AH

Ubicado en Sargento Llagas, en la zona del PuertoLa Calle se convirtió durante más de una década en una referencia absoluta de la noche de Las Palmas de Gran Canaria. Entre finales de los años ochenta y el año 2000, el local funcionó como una auténtica trinchera cultural, un espacio donde el rock —en sus múltiples variantes— encontró estabilidad y público. Por su escenario pasaron Extremoduro, Wilko Johnson, Siniestro Total, Elliot Murphy, Los Rodríguez, The Yardbirds, Nada Surf, Barón Rojo, Os Resentidos, The Godfathers y numerosas bandas nacionales e internacionales que difícilmente habrían recalado en Canarias sin una apuesta firme detrás.

Pulso de la ciudad

Pero La Calle,  fue algo más que una sala de conciertos. Fue un punto de encuentro, un lugar donde las bandas locales podían compartir cartel, aprender el oficio y medirse ante públicos exigentes. Durante años, consultar la programación de La Calle formaba parte del pulso habitual de la ciudad. En una época sin redes sociales ni promoción digital masiva, esa fidelidad se construyó a base de confianza: el público sabía que, si Salán programaba algo, merecía la pena.

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Juan Salán, a la izquierda, es director del Sonora. / AH

Paralelamente, Salan Producciones amplió su radio de acción, organizando conciertos y eventos en distintos municipios de Gran Canaria y del Archipiélago. El objetivo era claro: romper el aislamiento cultural y demostrar que Canarias podía formar parte de los circuitos habituales de giras. No era sencillo, pero Salán asumió ese reto como parte natural de su oficio.

Ramones

En ese camino hay un hito que se recuerda como un antes y un después: el concierto de Ramones en las viejas cocheras de Los Tarahales. Aquella cita fue histórica para la música en Canarias. Ramones no eran solo una banda; eran un símbolo. Para quienes estuvieron allí, aquel concierto se recuerda como un momento fundacional. No solo por las canciones, sino por la sensación compartida de estar viviendo algo histórico. Para la escena musical canaria, significó cruzar una frontera invisible: la de dejar de ser espectadores lejanos de los grandes relatos del rock y empezar a formar parte de ellos. Los Tarahales se convirtió, por una noche, en el centro de un mapa que durante demasiado tiempo había dejado a las Islas en los márgenes.

Entrada para el concierto de los Ramones en Las Palmas. / AH
Entrada para el concierto de los Ramones en Las Palmas. / AH

Más allá de los grandes nombres —como traer a Chuck Berry a Telde—, su trayectoria incluye una labor constante de acompañamiento y tutela de bandas canarias, ayudándolas a profesionalizarse y a salir del circuito estrictamente insular. También impulsó ciclos culturales como Eat to The Beat, Sonora, Palabra de Rock o CineZin, propuestas que ampliaron el concepto de programación cultural y tendieron puentes entre música, cine y conversación.

Memoria de la ciudad

Con más de tres décadas de trayectoria, Juan Salán pertenece a una generación de promotores que trabajaron cuando no había red, cuando cada concierto implicaba un riesgo real y cuando el éxito se medía en salas llenas y público fiel. Nunca buscó el centro del escenario, pero su huella está en la memoria de la ciudad y en la normalización de la música en directo en Las Palmas de Gran Canaria.

Por eso vuelve una y otra vez al cine bélico. No a las escenas de gloria inmediata, sino a aquellas en las que, cuando el ruido se apaga, alguien decide seguir. En su caso, resistir la noche no fue nunca una metáfora, sino una forma de estar en el mundo. Esa misma actitud se reconoce lejos de los escenarios y los focos: en las comidas que organiza en su casa, donde ejerce de anfitrión minucioso, atento a cada detalle, cocinero paciente y conversador generoso. Allí también hay planificación, tiempo y cuidado, la misma lógica con la que ha sostenido la música en directo durante décadas. Porque para Juan Salán, ya sea frente a un escenario o alrededor de una mesa, todo consiste en crear el contexto adecuado para que los demás disfruten y quieran volver.