El 15 de diciembre de 1995, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea dictó la sentencia definitiva del caso Bosman, un fallo que derribó las restricciones a la libre circulación de futbolistas comunitarios y que transformó para siempre el fútbol europeo. Aquel día, la UD Las Palmas militaba en Segunda División B, una categoría que no permitía alinear jugadores extranjeros, por lo que el alcance real de aquella decisión jurídica parecía, entonces, lejano y casi irrelevante para el club amarillo.
Sin embargo, apenas unos meses después, el ascenso logrado en el verano de 1996 colocó a la UD en Segunda División y abrió una nueva realidad. La Ley Bosman entró de lleno en la planificación deportiva del club, que descubrió de forma inmediata una vía hasta entonces prácticamente vedada: el mercado europeo y los futbolistas con doble nacionalidad comunitaria.
Primeros comunitarios
Los primeros grandes beneficiados de ese nuevo escenario fueron dos argentinos con raíces italianas. Walter Pico, mediapunta traspasado desde Boca Juniors por 125 millones de pesetas, y Alejandro Omar Simionato, central procedente de Lanús, llegaron a Gran Canaria con pasaporte italiano, lo que les permitió ser inscritos sin ocupar plaza de extranjero. La UD Las Palmas entendió rápido que el fútbol había cambiado y que la legislación ofrecía una ventaja competitiva decisiva para clubes de su perfil. Por el camino, sin embargo, se dejó buena parte de su identidad de club de cantera.
Poco después se sumó el británico Vinny Samways, que, como ciudadano del Reino Unido —entonces integrante de la Unión Europea—, también se benefició directamente del nuevo marco legal. En la temporada siguiente, la apuesta se reforzó con la llegada de los portugueses Agostinho y Zeferino, confirmando que el club había incorporado la lógica Bosman a su estrategia deportiva.
Con el paso de los años, la nómina de futbolistas con pasaporte comunitario fue creciendo y diversificándose. Por la UD Las Palmas pasaron jugadores como el alemán Marco Haber, el danés Bo Andersen, el finlandés Hietanen o el sueco Edier Frejd, todos ellos integrados en una plantilla que ya miraba a Europa como un espacio natural de captación.
Pasaportes falsos
No todo fue limpio en aquella etapa. Los casos de los brasileños Álvaro y Baiano, inscritos como comunitarios con pasaportes portugueses que posteriormente se demostraron falsos, o el de Nacho González, cuyo pasaporte italiano también resultó no ser válido, evidenciaron hasta qué punto la presión por esquivar el cupo de extranjeros llevó a situaciones límite en el fútbol español de finales de los noventa y principios de los dos mil.
Con el nuevo siglo, la influencia de Bosman dejó de ser una novedad para convertirse en estructura. Futbolistas como el checo Jan Rezek Pekhart, el croata Mario Livaja, el belga Adnan Januzaj o el alemán Kevin-Prince Boateng —inscrito como comunitario por su nacionalidad germana— consolidaron una etapa en la que la UD Las Palmas pudo acceder a perfiles deportivos y salariales impensables en la era pre-Bosman.

En los últimos años, esa herencia se ha mantenido viva con la presencia de internacionales como el neerlandés Jasper Cillessen, el escocés Scott McKenna, el delantero Oli McBurnie, los portugueses Fábio Silva y Dário Essugo, o los franceses Rémy Cabella y Enzo Loiodice, este último convertido en una pieza clave del equipo. Incluso tras el Brexit, el rastro jurídico de Bosman sigue siendo visible en la configuración de las plantillas.
Impacto 30 años después
Hoy, casi treinta años después, la historia se conecta simbólicamente con Amatucci, centrocampista italiano de la actual plantilla. De Walter Pico a Amatucci, de los primeros pasaportes comunitarios que rompieron una barrera administrativa a una normalidad plenamente asumida, la UD Las Palmas ha recorrido en primera persona el camino que marcó la sentencia Bosman.
Bosman no se jugó en el Estadio Insular ni en el Gran Canaria. Pero su impacto, tres décadas después, sigue vistiendo de amarillo.
