Exterior del Mercado de Nuestra Señora de África donde se comercializa producción agrícola y ganadera|TERECOELLO
Exterior del Mercado de Nuestra Señora de África donde se comercializa producción agrícola y ganadera|TERECOELLO

Producción agrícola canaria: orografía, legislación y competencia desleal alejan a los agricultores

La presidenta del mercado de Santa Cruz, Estefanía Hernández, comenta que la producción agrícola de las islas está sufriendo un retroceso porque cada vez menos personas desean dedicarse a ello por las malas condiciones de rentabilidad

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La actividad diaria de la Recova Nuestra Señora de África “va bien”, como así lo indica su presidenta Estefanía Hernández, “pero sí se nota un bajón en productos de la agricultura”.

“La gente no quiere ir al campo, no quiere sembrar, pero no porque haya un problema de relevo generacional, sino porque no es rentable”, argumenta, señalando que el trabajo del campo es vocacional y la gente se dedica a ello porque le gusta “pero teniendo en cuenta la legislación en Canarias es muy complicado vivir de ello y mantener a una familia”.

Orografía del terreno

Según nos comenta Hernández, la agricultura en las Islas está sujeta a condiciones orográficas muy distintas a las del resto del territorio nacional, considerando que el Gobierno de Canarias debería activar algún tipo de ayuda “o algo” que redunde en la protección de la labranza, teniendo en cuenta que “el modo canario de agricultura es artesanal”.

“No podemos ir al campo porque no podemos vivir de ello y por eso la gente ya no quiere cultivar. Si la legislación fuese más permisiva aquí, teniendo en cuenta que no se pueden meter máquinas sino azadas, sobre todo por las pendientes y por los terrenos rocosos, las circunstancias serían otras”, apunta.

Competencia desleal

Otra circunstancia a la que hacen frente los pequeños empresarios agrícolas es la competencia desleal. “En general se nota muchísimo, pero aquí también”, subraya. Explica la responsable empresarial que productos tan importantes para la economía canaria como los tomates, gallinas y huevos se comercializan desde Marruecos.

“Resulta que aquí debemos someternos a una legislación que obliga a grandes inversiones. Como mucha gente del campo no puede hacer frente a la normativa cesan en la producción y ahora estamos consumiendo ese producto que llega de Marruecos y que no cumple con lo que a nosotros nos obligan”.

Mayor coste

Teniendo en cuenta lo expresado, Hernández señala que en el Mercado no existe esa gran cantidad de producto que debería haber porque se siembra menos y las normativas son muy exigentes. “Se ve aquí y en cualquier mercado del agricultor. El agua, abonos y demás están por las nubes. Es imposible dedicarse a esto”, puntualiza.

Uno de los productos de las islas que más se aprecia en los mercados es la papa. Sobre ello la presidenta insiste en decir que es uno de los frutos de la tierra que cada vez se siembra menos no solo por el costo de cultivarla sino por las políticas que la relegan a un segundo lugar frente a la papa que viene de fuera.

Tarea familiar

“Si en la época fuerte de nuestra papa se le permite la entrada a una cantidad enorme de papa de Israel, de Egipto, de India y de otros lugares, la competencia desleal es inasumible y, encima, el agricultor de la tierra no tiene el apoyo de las grandes superficies donde no interesa comprar productos de aquí porque tienen más margen de beneficio con otros productos”, indica. 

Se queja también nuestra entrevistada de las leyes existentes en cuanto al campo y la labranza, destacando la dificultad que presentan algunos agricultores para contar con ayuda en las tareas del campo. Apunta que antiguamente el trabajo de la agricultura era más rentable porque existía la posibilidad de ayudarse unos a otros, “pero ahora no. Ahora un padre no puede ayudar a un hijo ni a atar la viña porque le quitan la paga”.

Ante la pérdida de agricultores y de productos propios de la tierra que ya no se ven en el Mercado, concluye Hernández que a lo ya explicado se une que para poder trabajar en una huerta las personas deben estar contratadas, lo que supone un gran esfuerzo económico para sacar adelante “una actividad que siempre ha tenido carácter familiar y que no renta como para vivir de ello”