Agoney Melián, presidente de la Asociación de Jóvenes Empresarios de Tenerife (Las cosas feas de mi casa)

Opinión

Así fue como aprendí a surfear

Presidente de la Asociación de Jóvenes Empresarios de Canarias

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A pesar de ser canario, nunca he tocado una tabla de surf. Dicen que estar en medio del mar con la brisa y el salitre es una sensación increíble que te conecta con tu yo interior y que pone al límite todos tus sentidos. Es impresionante ver, en la bahía, a personas de todas las edades esperando el momento perfecto, el instante casi mágico en el que te pones de pie en un trozo de foam, fibra de vidrio y resina (la tabla), manteniendo el equilibrio de una forma casi imposible engañando al mar, que lo único que quiere es tirarte y engullirte.

A diferencia de estos amantes de la ola perfecta, que en muchos casos van viajando por el mundo, el tsunami que llegó en marzo de 2020 fue totalmente inesperado. No teníamos la tabla pulida, ni estábamos placenteramente recibiendo la brisa del océano. Este tsunami entró por todos lados sin avisar y a muchos nos arrasó en todos los sentidos. Menudo taponazo que nos llevamos.

Llegó la primera ola de la pandemia y tuvimos que asumir que las cosas habían cambiado, ya no serían como antes. Yo estaba a punto de sacar al mercado una nueva línea de productos, lo tenía todo listo para hacer el evento de presentación cuando recibí una llamada de Madrid, de un buen amigo, que me dijo: “cancela tu evento porque este fin de semana nos van a confinar”. Tuve que ir Google a buscar lo que era eso, mi mente no podía entender lo que me estaban diciendo. Nos iban a encerrar en casa.

Sin saber que hacer, sin tener información, recibiendo noticias contradictorias, tuvimos que asumir que todas nuestras previsiones empresariales y personales no saldrían adelante. Asumir que empezaba una nueva etapa y que nada sería como antes. Aprendí que no puedo controlarlo todo.

La segunda ola. Cambiando el modelo

Noqueados y sin aire casi, tiramos de ingenio para cambiar las cosas. En mi caso, que me dedico a la formación, tuvimos que reinventarnos casi que por arte de magia. En diez días preparamos una plataforma online, que nos permitiría seguir dando cursos. Buscamos la manera de no parar, de acercarnos a nuevos mercados, pero el mundo estaba en colapso, y a pesar de que conseguimos mantener la máquina al ralentí, el esfuerzo fue titánico. Aprendí a tomar decisiones de manera ágil.

Muchas fueron las personas que no consiguieron ni siquiera esto, fueron momentos verdaderamente desoladores.

La tercera ola. La soledad pandémica

Se acabaron los aplausos, el mundo volvía a intentar recuperarse, pero la solidaridad con la que empezamos fue menguando. Llegaron las primeras navidades post pandémicas y la lucha por volver a una nueva normalidad fue casi encarnizada. “Saldremos mejores de esto” decían, pero lo cierto es que la situación nos hizo poner el piloto automático en modo supervivencia. Reuniones y más reuniones en las que poco se podía sacar y energía desbordante para enfrentarte a todas las nuevas situaciones, fueron marcando la agenda. Fue difícil pero ahí seguíamos, lo malo es que empresarial y personalmente, la empatía fue desapareciendo y aprendí a entender lo que he denominado “la soledad pandémica”, todo el mundo pensaba que estaba peor que el otro.

La cuarta ola. No soy un súper héroe

Ya era demasiado tiempo manteniendo el tipo y sonriendo bajo la mascarilla. No terminábamos de arrancar, pero seguíamos levantándonos cada mañana buscando ideas nuevas, intentando no dejar entrever que ya no podías más. Refugiado entre tabletas de chocolate, helado y Netflix era el momento de reconocer que habíamos forzado demasiado la máquina. Fue liberador sentarme en la oficina a llorar tranquilamente y pedir ayuda. Aprendí que no soy un súper héroe y que a veces, saber esto, puede convertirse en tu mejor súper poder.

La quinta ola. El revolcón

Llegó la esperanza con la vacuna y todo sería cómo antes… o eso pensábamos. Creíamos que las mascarillas pasarían a mejor vida y que volveríamos a regalarnos las sonrisas perdidas. Salí a la calle con mis mejores galas, lleno de colores para volver a crear y disfrutar. Empezaron a florecer los proyectos y las agendas comenzaron a llenarse de trabajo. Por fin saldremos adelante, pensaba. Solo hizo falta una semana para que pasáramos a nivel cuatro en algunas islas y que todo se fuera al garete. Me cancelaron toda la agenda y aprendí que esto iba a ser así y que tendría que comenzar a coexistir con ello. La Covid 19 había llegado para quedarse.

La sexta ola

Cogí vacaciones y volví revitalizado. Me senté conmigo mismo y recapitulé cada uno de los aprendizajes que me ha dejado esta pandemia. He aprendido que la vida es sólo una y nos pueden cambiar las reglas del juego en cualquier momento, sin previo aviso. Hay que ser paciente y optimista abrazando la incertidumbre y aceptar que no todo depende de uno mismo. He aprendido a pedir ayuda y relajarme cuando las cosas no son como espero. Sigo sin tener tabla y sin meterme en el mar, pero estas seis olas de Covid han puesto a prueba mi equilibrio y mi templanza, poniéndome delante grandes desafíos a los que me he tenido que enfrentar con el juego de cintura de un surfista profesional. Un día me desperté y me vi en medio de este gran tsunami y así fue como aprendí a surfear.