Agoney Melián, presidente de la Asociación de Jóvenes Empresarios de Tenerife (Las cosas feas de mi casa)

Opinión

A veces piedra, a veces huevo

Presidente de la Asociación de Jóvenes Empresarios de Canarias

Guardar

Si me sigues desde hace tiempo, sabes que soy una persona fuerte. Un hombre hecho a sí mismo con una gran capacidad para enfrentarse a situaciones de envergadura, y que, desde la mayor humildad del mundo, le ha tocado liderar muchos proyectos en la vida. Y sí, lo soy, hay días en los que me levanto y me siento indestructible; me siento robusto como el martillo de Thor o el escudo del Capitán América. Fuerte y hábil, capaz de volar a cualquier parte del universo, con rayos en los ojos que destruyen lo que sea. Esos días, me siento piedra.

Piedra

Esta forma de sentirme, lejos de ser un rasgo típico narcisista, es producto del trabajo que realizo en el desarrollo personal. Horas incansables de reflexión y formación, de lecturas enriquecedoras y pensamiento crítico sobre mi persona, entendiendo, mediante la escucha activa, aquellos aspectos que debo mejorar, entendiendo la crítica que me hace el mundo, como un regalo.

En mi búsqueda de la paz mental, quiero compartirte en estas líneas, algunos de mis ejercicios.  He descubierto que celebrar los pequeños logros, agradecer las cosas buenas, disfrutar de cada día de la semana, sin distinción de si es fin de semana o no, me han llevado a tener bastantes momentos de este tipo.

Buscar un motivo para levantarme cada mañana, sonreír con ese café arábica que te da los buenos días, es parte de este proceso; te animo a que trabajes tu confianza desde el cariño y la compasión, mejorando tu autoestima, regalándote momentos únicos. Disfrutando de tu soledad y tu quietud, y también de la gente que te quiere. Buscando ese propósito que te marcará, cual faro en medio del mar, el rumbo.

Y es que el camino para estar fuerte es este, trabajar en uno mismo. Yo, que sin conocerte demasiado, ya te quiero mucho, te animo a que no te despistes con nimiedades y construyas cuantiosos momentos piedra.

Juguetito roto

Si has llegado hasta estas líneas, quiero decirte también, que la mayor parte de las personas llevamos en el interior una historia de vida que nos ha marcado. Muchas hemos llorado en silencio, para no preocupar a nadie, o simplemente, porque no teníamos a nadie a quien preocupar. A veces, sin saberlo, somos solo un juguetito roto que no tiene las herramientas para entender lo que le pasa, y es por eso, que me enfado cuando veo a los gurús del éxito traficando con la desesperación, con los traumas de la infancia, con los sueños de los demás, en definitiva, me enfado con esas personas miserables.

Da igual donde hayas nacido, cada uno de nosotros tenemos nuestros miedos e inseguridades que nos llevan a un estado de vulnerabilidad extrema, que nos produce una angustia irracional, sí, a veces es irracional.

A estos momentos de miedo e intranquilidad que suelen ser muy putos y que te llevan a un vacío existencial, yo los llamo “los momentos huevo”.

Huevo

Aunque haya ola de calor, por dentro te sientes frío, no entiendes nada, porque en tu cabeza la tormenta es incesante. Ese día no hay consuelo, porque hay algo que ha despertado en tu hipocampo, a aquel niño herido que te grita. Perretea en el suelo como no pudo hacer en la vida real, para que le hagan caso, para que alguien le mire y le dé un abrazo, solo quería eso, un abrazo, ¿es tanto pedir?

Seguro que aquello que pasó, esa palabra o ese gesto, no tenían la intención de dañarte, lo hicieron lo mejor que pudieron, pero tu piel estaba fina, y la sola brisa del momento, destruyó aquel cascarón frágil. Ellos no lo sabían, a ti te faltaba el aire, querías desaparecer para siempre, por favor que esta sensación acabe ya. Ellos no lo sabían, pero tú, te sentías huevo.

Si has sentido angustia mientras lees, ya sabes lo que es sentirse huevo.

Vacío y lleno

No lo elegimos, pero cada día oscilamos entre estas dos sensaciones, sentirnos llenos o sentirnos vacíos, y es cierto, que cuanto más trabajas en ti, más confianza, mas consistencia, más robustez tendrá tu alma. Cuando te sientes piedra, no hace falta ni que te muevas, todo aquello que te golpee, se las verá con lo bonito de tu interior.

El día que te sientas vacío, tendrás que tener cuidado, porque cualquier pequeño golpe, como cuando llevas las bolsas de súper a casa, pueden dañarte. Esos días, mira a la gente a la que quieres y solo dile: Hoy me siento huevo, si te quieren de verdad, ellos sabrán que hacer.

Algodón de azúcar

Mientras escribo estas letras, siempre pienso en la gente que me rodea, y eso me hace feliz. Pienso en las personas algodón de azúcar, esas que son esponjosas y dulces, de colores bonitos, y que, como ya he dicho en algún que otro artículo, te colman de abrazos curativos. En mis días huevo, solo quiero personas así a mi lado. Y es que ya lo dice Mariam Rojas Estapé, el antídoto al sufrimiento es el amor.

El precio por sentir

Voy acabando mi artículo con un a última reflexión, ser siempre piedra, es negarte a sentir, aniquilar tu humanidad y convertirte en una persona poco deseable. Ser siempre piedra, te convierte en una gárgola, alguien incapaz de dar y de recibir amor, un perfecto general de batalla que nunca se quita el uniforme de guerra, y esto, según mi experiencia, no es nada recomendable.

No sentir te puede convertir en una persona sádica que se comporta de manera cruel y destructiva con su entorno. Ser insensible hacia ti, te puede llevar a no tener empatía, nos volvemos incapaces de alegrarnos por los logros de los demás, o de acompañarle en sus tristezas, y yo, que vengo de estar desconectado de mis emociones por pura supervivencia, les digo que es una sensación bastante horrible, es simplemente abdicar de tu humanidad.

Estar completo, abrazar tus partes fuertes y vulnerables, son síntoma de evolución, síntoma de que avanzas en la vida para vivirla de manera extraordinaria. El precio que hay que pagar por esta preciosa vida es ser, a veces piedra, a veces huevo. 

Archivado en: