Fran Belín./ CEDIDA

Opinión

Si Vivaldi hubiera probado estas fresas

Periodista

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Escribí a comienzos de este mes de marzo un artículo titulado Salteado medioambiental, asalto al medio ambiente en el que reconocía que cuando hay prisas acude uno al supermercado y adquiere artículos de alimentación en los que la cantidad de plásticos muchas veces es superior al del propio alimento.

Una vez confesados algunos “delitos” contra lo razonable y elemental que es el consumo de producto local (o el máximo posible), en esta ocasión quiero detenerme en los géneros de cercanía que se asocian con la recién estrenada primavera y ya advierto de antemano que sin atisbo alguno en intenciones bucólicas.

Se habla de la estacionalidad de la materia prima a la que recurrimos en los hogares o en nuestra restauración y, por lo comprobado, es que lo vamos dejando aparte porque hay que esmerarse en buscar los lugares idóneos y, como insisto, tenemos mucha prisa en esta vida de velocidad de vértigo.

Pues eso, que una vez declarada oficialmente la primavera (siempre me salta el canturreo de la pieza de Vivaldi) me vi en una conversación deliciosa con Guacimara Correa, que gestiona a las mil maravillas una tienda de productos ecológicos en San Cristóbal de La Laguna y me acercaba a lo que de fabuloso tenemos en sabores nítidos y aromas de esos cultivos a los que hay que respaldar. Consumiendo, efectivamente.

Fresas, por ejemplo, que proceden de Los Realejos y que este año se han retrasado un poquito pues deberían haber empezado desde febrero; “con todo el respeto, no tiene nada que ver con esa otra fruta que se despacha y que carece de matices”. “Pensemos –agrega- que hay un gran trabajo detrás, desde agosto, mes en el que el agricultor se esmera en preparar la tierra, que se va abonando hasta que en octubre se plantan esas fresas”.

Fresas como pueden ser otras frutas y hortalizas, con unas características organolépticas completamente diferentes y es que también se recogen maduras y las encontraremos más aromática, más dulces, con un sabor más potente e intenso… Lógicamente, también más efímera pero en estas cosas también interviene lo saludable y la contribución a la conservación del sector primario y del medio ambiente.

Comentaba Guacimara algo que a ella le gustaba mucho el mango de Igueste de San Andrés (“aunque está buenísimo el de La Gomera”). Una fruta tropical (el mango blanco de Cuba) que presenta unas marcadas y sabrosas singularidades . “Con el cambio climático la floración se ‘disparata’ y los árboles están un ‘poco locos’, pues  la fruta suele empezar a finales de julio-principios de agosto”.

Bien es verdad que esta zona de Tenerife constituye un “hábitat” agrícola espectacular, un vergel que ofrece lo que en tantos sitios de Canarias supone un valor nutricional y rico para los consumidores.

En este sentido, tenemos el mamey de Puerto Rico que no tiene nada que ver con el que conocemos aquí sino que es mucho más correoso, más perfumado y tiene un sabor parecido al melocotón; “o resaltar, asimismo, las palmeras datileras y otro montón de frutales que en su momento llegaron a la Isla y que se explican por preciosas historias del pueblo que me encanta escuchar”, me comentaba Guacimara.

Ella nos indica las estupendas referencias de lo que podemos encontrar en la época primaveral recién estrenada: “alcachofas de Agua García, los espárragos y las habas, por ejemplo, para hacernos una estupenda paellita”.

Es que simplemente con echar una visual a la tiendita, como se suele decir, ya nos puede dejar del todo satisfechos… y comprar, claro está. Lo dicho en el título: ¡si Vivaldi hubiera probado estas fresas!