El exjefe de gabinete de Augusto Hidalgo niega las acusaciones de acoso sexual a una periodista

Durante el segundo día de juicio, varios testigos aseguraron que la relación entre la denunciante y Pablo Quintero no era normal | Aseguran que la trabajadora empezó a deteriorarse física y mentalmente

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Pablo Quintero, exjefe de gabinete en el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria / ATLÁNTICO HOY - IRENE CARTAYA
Pablo Quintero, exjefe de gabinete en el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria / ATLÁNTICO HOY - IRENE CARTAYA

La sexta planta del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria se ha convertido en la protagonista de una denuncia de acoso laboral sexual por parte del que fuera jefe de gabinete del anterior alcalde, Augusto Hidalgo, a una periodista que se encontraba bajo su mandato. No obstante, el acusado Pablo Quintero ha negado este lunes que realizara ninguno de los comentarios o actos de los que se le acusa. 

En sesión anterior, la periodista víctima del supuesto caso de acoso relataba que llegó a recibir “amenazas, castigos y broncas injustificadas” por parte de Quintero y que, durante varios meses, se vio obligada a ir a comidas, cenas y viajes y soportar horas en su despacho hasta que no pudo aguantar más. Tras una crisis de ansiedad, relatada también por una de las testigos, decidió denunciar. En la primera sesión del juicio que se sigue en el Juzgado de lo Penal número 3 de la capital grancanaria la víctima ha señalado que el acusado creó con su conducta "un clima y ambiente de índole sexual" que le hizo sentirse acosada.

Negación

Ante lo anterior, Quintero ha justificado ante las partes que las conversaciones y horas que pasaban reunidos eran idea de la denunciante, que “tomaba la iniciativa constantemente” y que él entendía como “ambición” para mejorar y progresar en su carrera profesional. Y tras esto, el acusado negó una tras otra todas las situaciones que lo llevaron al banquillo y por las que fue denunciado por la periodista. 

Aunque varios trabajadores del Consistorio confirmaron la versión de la denunciante sobre las horas que pasaba en el despacho de su exjefe, Quintero continuó negando que esto sucediera. Además, también desmiente que hubiera castigado a la trabajadora por haber almorzado con una concejala —según la versión de dos empleados del Ayuntamiento y de la propia denunciante, al verla en un restaurante con la concejala, la acusó de deslealtad y la amenazó con despedirla y reasignó sus funciones, supuestamente, a modo de represalia—. 

Obligaciones

Otro de los puntos que llevó a la periodista a denunciar al exjefe de gabinete del Ayuntamiento, fue que se veía obligada a asistir a desayunos y comidas con él sin ella quererlo. Sin embargo, Quintero repitió en varias ocasiones que “con ella, como con cualquier otro miembro del grupo, he tomado cafés" e insistió en que las veces que fueron a comer fuera de la ciudad —a Moya y a Arinaga— fue por motivos estrictamente laborales y que la “idea fue de ella”. 

Justamente, en la segunda comida en Arinaga la situación empeoró para la víctima que, según contó en sus declaraciones, recibió una declaración por parte de Quintero. “Me gustas un montón”, expuso el acusado que se defiende explicando que es algo que le ha dicho a otros miembros de su equipo por su “profesionalidad”. "Yo nunca le he dado abrazos a mi personal, ni reparadores, ni de ningún tipo más allá de algo del colegueo de poner un brazo por encima, si acaso, cuando algo sale bien", ha dicho ante el juez para después asegurar que ciertos comentarios que le achaca la presunta víctima "suenan tan peliculeros" que no casan con su carácter.

Imagen genérica de un jefe y una empleada / PEXELS
Imagen genérica de un jefe y una empleada / PEXELS

Un ramo de rosas

Tras el episodio en Arinaga, la periodista recibió un ramo de rosas rojas en su casa por parte de Quintero con la excusa del fallecimiento de un familiar. Según el exjefe de gabinete, su intención fue encargarle a su secretaria, que también declaró este lunes, que le enviara un ramo de flores al conocer que había fallecido su tía: "Era la primera y única vez que había muerto un familiar íntimo de alguien de mi equipo y quise tener ese detalle".

Sin embargo, ha indicado que no eligió el tipo de flores que se envió y que no se la mandaron al tanatorio porque no sabían dónde estaban velando a su tía. Asimismo, un compañero de trabajo de la denunciante aseguró en la pasada sesión que a varios empleados les pareció “extraño” que se enviara ese ramo de rosas rojas al domicilio de la periodista, pero más el seguimiento que hizo del mismo el acusado para ver si ella lo había recibido. 

“No me la he follado”

La situación de malestar por parte de la periodista llegó al punto de tener que cambiar su forma de vestir. En la sesión anterior contó que optó por no maquillarse y llevar pantalones vaqueros anchos, camisetas sin escote, chaquetas largas y playeras para evitar llamar su atención. Entre otras cosas, según su versión, le llegó a decir: "No vengas con bailarinas, no te hace buen culo".

Otro testigo, que fue subdirector del gabinete de Alcaldía en la etapa de Quintero, ha relatado cómo el día en que este fue cesado al conocerse la denuncia y antes de que eso ocurriera, le llamó a su despacho para reunirse como era habitual y le repitió en hasta tres ocasiones que él "no la había follado", para después matizar: "aunque no me hubiera importado". Quintero ha dicho no recordar esa conversación

Estrés postraumático

Durante la sesión declararon también las psicólogas forenses que, por su parte, afirmaron que la sintomatología que presentaba la periodista en el momento en que se entrevistaron con ella "es compatible" con haber sufrido una situación de estrés postraumático que, además, "mantuvo de la manera más interna", de forma que no llegara a externalizarlo o visibilizarlo más allá de su círculo más cercano.

Junto a ellas, tanto la psicóloga particular que tenía desde antes de estos episodios como la adscrita al área de Igualdad del Ayuntamiento que la trató tras activarse el protocolo por su denuncia han señalado que era "normal" que no pusiera límites porque quería conservar su trabajo y tenía miedo de que, por denunciarlo, la fueran a despedir. "Había angustia, miedo, preocupación, tristeza, malestar y mucho llanto en la consulta", ha detallado su psicóloga. Unos síntomas que también percibieron la gran mayoría de los testigos que han acudido a la sesión y que trabajaban con ella a diario, así como sus amigas más cercanas, a quienes contaron lo que estaba sucediendo desde antes de que lo verbalizara en el trabajo. El juicio ha quedado visto para sentencia tras la lectura de los informes finales.