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Política

Rosa Dávila Mamely: Fratelli d'Tenerife

La carrera de la primera mujer que preside el Cabildo de Tenerife, familia lejana del autor del himno de Italia, contribuye a tener una sociedad más igualitaria a base de romper techos de cristal

5 minutos

Rosa Dávila por Farruqo.

El próximo verano, cuando medio planeta fije su mirada en la Eurocopa para disfrutar con el fútbol y dar rienda suelta a su lado más irracional, los himnos de diferentes países retumbarán en los estadios de Alemania. Algunas de esas marchas nacionales se llevarán la gloria, durante ese ritual inicial previo a cada partido internacional, con algún comentario elogioso que usted escuchará en una mesa situada junto a la suya en una terraza cualquiera o lo leerá en las redes sociales. Ya verá, no le engaño. La Marsellesa, God Save the King, Das Lied der Deutschenland o Flower of Scotland, las habituales en esta lista de hits, serán las más valoradas por la mayoría del público. 

Hay un himno que pasa desapercibido y, sin embargo, no desmerece a ninguno de los nombrados anteriormente. Ya se sabe, unos llevan la fama y otros cardan la lana. Hablo de Il Canto degli Italiani, conocido popularmente como Fratelli d’Italia. “Unámonos, amémonos. La unión y el amor revelan a los pueblos los caminos del Señor. Juremos hacer libre el suelo natal. Unidos por Dios, ¿quién puede vencernos?. Así clama una de las estrofas de esa marcha, un canto a la unificación italiana escrito en 1847 por Goffredo Mameli, un poeta que murió dos años después en Roma durante las luchas de la independencia lideradas por Garibaldi y se convirtió en héroe nacional. Su fallecimiento, cuando tan sólo contaba con 21 años, le impidió ser testigo de como parte de la descendencia de su familia —radicada en Genova— emigraba en busca de un porvenir mejor y buena fortuna.

Números

Uno de esos destinos fue Tenerife. Hoy, casi 180 años después de la muerte de Goffredo Mameli, una de las descendientes de los migrantes que llegaron de Italia luciendo su apellido —aunque lo hace con una i griega final— ejerce como la primera mujer que preside el Cabildo de la isla: Rosa Dávila Mamely (Santa Cruz de Tenerife; 21 de diciembre de 1970). Ya advirtió el poeta como se las gastan en la familia: “Hermanos de Italia, Italia ha despertado. Con el yelmo de Escipión se ha cubierto la cabeza. ¿Dónde está la victoria?”. Esa hazaña, la de alcanzar la presidencia de la corporación insular, es una más en la carrera de una política empeñada en romper techos de cristal después de recorrer, entender y gestionar en todos los niveles de la administración pública.

La presidenta del Cabildo de Tenerife, Rosa Dávila. / CEDIDA

Diplomada en Ciencias Económicas y Empresariales —parte de sus estudios se también desarrollaron en la Alliance Manchester Business School—, es en los círculos estudiantiles de la Universidad de La Laguna (ULL) donde descubre la militancia política como herramienta para sacudir —y cambiar para mejor— el Archipiélago —primero— y el mundo —después—. Afiliada a Coalición Canaria (CC) durante su juventud, su incorporación al mercado laboral va ligada a los números como técnico en procesamiento de datos vinculados a la banca, aseguradores y cámara de compensación de bancos y asesoramiento a empresas en materia fiscal y contable. Su paso por el sector privado es fugaz: su disposición y empeño por ayudar en cualquier convocatoria del partido nacionalista para la que es reclutada no pasan desapercibidos en una formación que ante el cambio de milenio buscaba su propia transformación generacional.

Sectores masculinizados

En 1996 es designada concejala de Medio Ambiente y Calidad de Vida del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, cargo que ocupa hasta 1999, año en el que se convierte en teniente de alcalde y responsable de Recursos Humanos del consistorio capitalino que presidía Miguel Zerolo. Su etapa en la política municipal, hasta el momento, se reduce a ese mandato. Luego fue reclutada por Román Rodríguez —cuando ejercía como presidente del Gobierno autonómico; seis años antes de la escisión del nacionalismo canario— como directora del Instituto Canario de la Mujer, un espacio en el que durante una legislatura completa se volcó en luchar por la igualdad. La gran revolución en favor del feminismo, sin embargo, la alcanzó en otro lugar: en 2003 fue designada directora general de Transportes del Gobierno de Canarias por Adán Martín.

Rosa Dávila (CC), durante la presentación de su candidatura al Cabildo de Tenerife. / CEDIDA

En un ámbito masculinizado, la presencia de Dávila en ese alto cargo dentro de la administración pública rompió moldes. Fue transformadora por su presencia en medio de algunas mesas de trabajo o varias reuniones acompañada por sus dos hijos —bebés que apenas se llevaban 20 meses— y en las que el resto del paisaje estaba formado sólo por hombres. También resultó renovadora porque después de que nadie diera un duro por su capacidad de resistencia —más allá de un par de meses— como directora general de Transportes del Ejecutivo regional, todos los que apostaron dinero dando por segura su derrota entre varones perdieron. Lo hicieron, además, a lo grande: estuvo en el puesto durante 12 años —nadie, en este país, ha estado tanto tiempo en esa plaza—, justo hasta que Fernando Clavijo lideró el salto de la tercera generación al frente de Coalición Canaria en 2015. Ese año fue nombrada consejera de Hacienda del Gobierno de Canarias y allí permaneció toda la legislatura.

Pequeños placeres

Dávila pasó como vicepresidenta del Parlamento regional la travesía de cuatro años por el desierto a la que fue condenada CC en las elecciones autonómicas celebradas en 2019. En su proceso de recomposición, con el objeto de recuperar la cuota de poder que se había dejado por el camino, la organización nacionalista reconoció su valor y la eligió candidata a la presidencia del Cabildo de Tenerife. No ganó las elecciones —el PSOE de Pedro Martín obtuvo un consejero y cinco mil votos más—, pero los números —sin nadie en posiciones situadas a la izquierda del grupo socialista—  le despejaron el camino para alcanzar un pacto con el Partido Popular, recuperar una de las plazas históricas de Coalición, convertirse en la primera mujer presidenta del Cabildo y hacer realidad una de sus aspiraciones políticas: servir a Tenerife.

La presidenta del Cabildo de Tenerife, Rosa Dávila, practicando el buceo con botella. / FELIPE RAVINA

No esconde Dávila, ya sea en sus declaraciones o en sus redes sociales, que está enamorada de su isla, un territorio que disfruta al 100 % con una caminata por Anaga; una inmersión de buceo en Radazul; un día de playa, sol y salitre en El Médano junto a los suyos —familia y amigas—; una noche de concierto —disfruta tanto con un recital de Quevedo, un show de Calamaro o una velada con Izal (sobre todo si suena Pausa)—;  una carrera de varios kilómetros por Santa Cruz de Tenerife; la compañía de su gato y su perro Canelo —un podenco rescatado de Valle Colino—; un largo trayecto en coche hacia algún municipio tinerfeño —con la melodía de Benny Hill de fondo—; o la tranquilidad de llegar a casa. “Fratelli d’Tenerife, Il Tenerife s'è desta [Hermanos de Tenerife, Tenerife ha despertado]”. Palabra de los Mamely.