En muchas casas canarias, el verano tenía sabor a fresa. Pero no a cualquiera: era un sabor más denso, más dulce, más rojo. No era Clipper, aunque comparten ese aire retro y emocional que despierta los recuerdos de la infancia. Hoy casi nadie lo nombra, pero hay quien lo sigue defendiendo con pasión, como una joya escondida en las estanterías de ciertos supermercados o guachinches. Es el Nik de fresa, el otro refresco canario que nació antes que muchos y que, sin embargo, se ha visto eclipsado por la fama del más conocido.
En TikTok, la usuaria @rak lo resumía con ternura e indignación: “¿Por qué siempre se habla del Clipper de fresa y nunca del Nik de fresa? Se lo enseño a la gente y no saben lo que es”. Esa pregunta abrió la puerta a una historia olvidada que merece ser contada.
@chulaaaaaa30 Cuántas personas de aquí consumen Nik de fresa???? #fyp #canarias #nik #refresco #productolocal ♬ Puntos suspensivos - Robe
Un refresco de Teror
La historia de Nik arranca en el año 1957 en el municipio grancanario de Teror, de la mano de Eduardo Quintana, que empezó a fabricar el refresco en una pequeña instalación artesanal. La marca fue creciendo y durante años fue símbolo de sabor local, especialmente en los pueblos del norte de Gran Canaria. Uno de sus repartidores fue José Dávila, conocido como Pepe el del Nik, que pasó 18 años llevando cajas de este brebaje burbujeante por toda la isla.
Pepe, como tantos otros en aquella época, soñaba con algo más. Dejó el reparto, montó su propio negocio, pero nunca perdió el apego por ese producto que conocía tan bien. En 2017, dio el paso definitivo: compró la marca Nik y su fábrica, que entonces estaba en manos de un empresario suizo —también exempleado, como él—. La maquinaria fue trasladada desde Firgas hasta el parque empresarial de Melenara, en Telde, donde se sigue embotellando hoy.
Conquistando paladares canarios
A diferencia del Clipper, más asociado a la capital y con presencia en grandes cadenas, Nik mantiene un perfil más modesto y local. Se vende en pequeños comercios, ferias, fiestas populares y bares de barrio. No tiene una gran campaña de marketing detrás, pero sí un ejército de nostálgicos que defienden su sabor con pasión.
“Esto es historia de Canarias embotellada”, dicen algunos. Y no les falta razón. Porque Nik no solo es una bebida, también es parte de la memoria obrera, de los repartidores, de las fábricas pequeñas que luchaban por salir adelante en medio del auge de las multinacionales.
¿Volverá a ser popular?
La respuesta puede estar en las redes sociales. Gracias a usuarios como @rak, que reivindican su sabor con orgullo, Nik de fresa podría vivir un nuevo renacer. Y quién sabe si algún día dejará de ser “ese refresco que pocos conocen” para recuperar su lugar entre los clásicos.
Por ahora, sigue ahí, rojo intenso, esperando a ser redescubierto por nuevas generaciones.