El PSOE de Canarias se queda huérfano: muere Jerónimo Saavedra

Fue un político gigante. Lo fue todo: presidente del Gobierno de Canarias, alcalde de Las Palmas de Gran Canaria, senador, ministro. Las Islas, hoy, un lugar mejor que hace 50 años por figuras como líder del PSOE

Guardar

Jerónimo Saavedra, en diferentes imágenes de su carrera política, en la que durante más de 50 años ejerció como líder del PSOE de Canarias. / EFE-AH-PARCAN
Jerónimo Saavedra, en diferentes imágenes de su carrera política, en la que durante más de 50 años ejerció como líder del PSOE de Canarias. / EFE-AH-PARCAN

Hay pocos políticos que resisten a una moción de censura. La única salida que les queda, en la mayoría de los casos, es enfilar el camino hacia casa y escribir sus memorias. Sobreviven muchos menos a una derrota así si, encima, ese acto de deslealtad está perpetrado por tu segundo de a bordo. De una traición así sólo se recupera un gigante.

Jerónimo Saavedra, que murió este martes a los 87 años, lo fue, fue un coloso. Aquí, en su tierra. Y más allá. En su carrera política ejerció como padre del PSOE de Canarias al final del franquismo y tras la instauración de la democracia en España; se desempeñó como el primer presidente del Gobierno de Canarias —cargo que ocupó en tres etapas diferentes (1982-83; en la etapa previa al Estatuto), (1983-1987, durante la primera legislatura del Parlamento autonómico) y (1991-93, en un segundo mandato) hasta que una moción de censura de Manuel Hermoso, su vicepresidente, lo hizo descabalgar del cargo—.

Reclutado por Felipe González

El duelo en casa de Saavedra por el engaño duró un suspiro, apenas semanas. El tiempo que tardó Felipe González en reclutarle como ministro —primero de Obras Públicas; luego de Educación— para sus dos últimos gobiernos en La Moncloa. Fueron años duros, marcados por los casos de corrupción que salpicaban al Ejecutivo socialista, terrorismo —de ETA y de las dudas alrededor del papel del presidente y sus colaboradores más fieles en Interior por los GAL— y una crisis económica galopante. En 1996, el Partido Popular (PP), con José María Aznar, como líder, ganó las elecciones generales y acabó con 14 años de mandatos del PSOE.

Saavedra. después de ese revés, volvió a reinventarse. Regresó al Parlamento de Canarias (1996-1999), se asomó por el Senado (1999-2003), fue alcalde de Las Palmas de Gran Canaria —de 2007 a 2011, con una mayoría absoluta que certificó el triunfo del PSOE en aquellas elecciones locales y proyectó la victoria de Rodríguez Zapatero en las generales del año siguiente— y cerró su hoja de servicios en el mundo de la administración pública entre 2011 y 2018 como Diputado del Común en Canarias—. Todo eso, además, lo desarrolló sin dejar de ser el oráculo de su partido en el Archipiélago —contar con bendición lanzó las carreras de Emilio Mayoral, Juan Fernando López Aguilar, Isabel Mena, José Miguel Pérez, Augusto Hidalgo o Ángel Víctor Torres—.

Momento clave de la historia

Este martes, un 21 de noviembre de 2023 desagradable por la presencia de viento procedente del sur, Jerónimo Saavedra murió en su casa de Vegueta a los 87 años. Las reacciones, desde todos los ámbitos, fueron unánimes para ensalzar su figura. Poco más hay que hacer que poner en contexto su figura para darse cuenta de su enorme dimensión, tanto política como vital.

Jerónimo Saavedra, que pone voz a Galdós, antes de la proyección del documental en Yelmo Las Arenas. / Nacho González Oramas
Jerónimo Saavedra, que pone voz a Galdós, antes de la proyección del documental 'Benito Pérez Buñuel' de Luis Roca y Marta de Santa Ana en Yelmo Las Arenas. / Nacho González Oramas

Pero volvamos al 31 de marzo de 1993, una jornada que marca la política de Canarias —tanto hacia delante como si se quiere rebobinar la historia como un casete en un walkman—. Es el punto medio de una circunferencia perfecta. Es el día que, mediante la moción de censura contra Saavedra, empieza a tomar forma el proyecto de Coalición Canaria (CC), una formación que ha capitalizado la presidencia del Gobierno de las Islas durante 26 de los últimos 30 años. El asunto tiene chicha y da para una serie de Movistar+, Netflix o HBO

Mociones de confianza, de censura

Los primeros años del Parlamento de Canarias fueron intensos, convulsos. Nadie era capaz de pergeñar una mayoría absoluta y a los partidos con representación en la Cámara regional no les quedaba otra que ser habilidosos para tejer alianzas que consolidaran gobiernos. ¿Les suena? No difiere tanto del momento actual, pero a veces el tiempo distorsiona los recuerdos. En 1985, tras perder una votación para la adhesión de Canarias a la Unión Europea, Saavedra presentó su dimisión como presidente del Gobierno, cargo al que regresó poco después tras volver a ganar las elecciones. 

Dos años más duró el líder de los socialistas canarios en la presidencia, justo hasta unos nuevos comicios en 1987 que ganó. Sin embargo, un pacto compuesto por Centro Democrático y Social (CDS), la Agrupación de Independiente de Canarias —(AIC), proyecto embrionario de CC— y Alianza Popular (AP) armó una mayoría con Fernando Fernández (CDS) como presidente. Aquello fue un sindiós y a mitad de legislatura Lorenzo Olarte —compañero de partido de Fernández— le sustituyó después de perder una moción de confianza marcada por una votación para poner en marcha la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) —sí, 20 diputados votaron en contra de ese proyecto académico—.

El REF, la excusa

El nuevo Gobierno autonómico, con Olarte al mando y sostenido en buena medida por Manuel Hermoso —entonces alcalde de Santa Cruz de Tenerife—, empezó a entender que el futuro en Canarias tenía matices nacionalistas. En la sombra, al margen del Ejecutivo, se empezaron a trazar varios proyectos: las candidaturas centristas o la operación Alcaldes —figuras como Rafael Pedrero ya cortaban el bacalao— no cuajaron por la desconfianza detodos contra todos para hacer descarrilar al PSOE y en las elecciones de 1991 Saavedra recuperó la presidencia con el apoyo de las AIC en un acuerdo que fue bautizado como el Pacto del Hormigón.

Ángel Víctor Torres y Jerónimo Saavedra. / REDES
Ángel Víctor Torres y Jerónimo Saavedra. / REDES

La realidad es que aquel hormigón era una débil pared apañada con varios teniques de 15 y un poco de mortero. Dos años después de aquellas votaciones ocurrieron dos milagros. Dos. El primero: Hermoso, Olarte y José Carlos Mauricio —entonces al frente de ICAN— se taparon las narices, se tragaron sus recelos y pactaron una moción de censura que sumaba el voto de 31 de los 60 diputados regionales. ¿El motivo? Oh, sorpresa: la postura descafeinada del PSOE con el Estado en la negociación del Régimen Económico y Fiscal de Canarias (REF). ¡Bingo! Coalición Canaria ya era un partido incipiente en la barriga de la política del Archipiélago.

Una de espías, lupanares y guardaespaldas

El otro fenómeno asombroso tiene más enjundia. El PSOE tomó dos contramedidas para que la moción de censura no madurara. Pidió, de entrada, que el Tribunal Supremo (TS) inhabilitara a Dimás Martín porque pocos días antes había sido acusado de un delito de cohecho —la historia, por estas latitudes, tiene personajes incorregibles—. La jugada no pasó el corte. La segunda artimaña socialista fue mandar a Honorio García Bravo —entonces alcalde de Yaiza y diputado de las AIC— a Madrid para que no participara en la votación dentro del Parlamento.

Durante horas, nadie dio con García Bravo. Nadie, ni compañeros, ni amigos, ni familiares ni secretarias de las agrupaciones parlamentarias lo encontraba. La histeria era colectiva, justo hasta que Asamblea Majorero recurrió a los servicios de José María Martín Paredes, un exlegionario que había ganado mucho dinero con lupanares y la concesión de las máquinas tragaperras en los cuarteles de Fuerteventura. El exmilitar tiró de amigos. Un contacto suyo en el Cesid —entonces servicios secretos españoles— dio con el alcalde de Yaiza en un hotel de lujo de Madrid, por el que aparecieron dos guardaespaldas de Miguel Durán —presidente entonces de la ONCE—.

Jerónimo Saavedra, expresidente de Canarias. / EUROPAPRESS
Jerónimo Saavedra, expresidente de Canarias. / EUROPAPRESS

En cuestión de minutos, todo quedó resuelto: García Bravo se subió al primer avión con destino a Tenerife, se presentó por la calle Teobaldo Power —donde se levanta el Parlamento— con cara de susto y, los cronistas que por allí estaban, recuerdan que el grupo parlamentario socialista se descompuso al entender que no había nada que hacer para salvar la presidencia de Saavedra. Game Over. Arrancaba la era de Coalición Canaria.

Raíces fuertes y profundas

Aquello, si miramos desde ese presente hacia el futuro, hubiera liquidado a la mayoría de los políticos, tal y como arrancaba este perfil. Pero no era el caso de Jerónimo Saavedra, un político gigante que tenía unas raíces profundas y fuertes. En su formación había consistencia, en su militancia —tanto en la clandestinidad del franquismo o en los primeros años de la Transición— había compromiso. No era un medianero.

Estuvo presente en el Congreso del PSOE en el exilio francés en 1972, el Congreso del Suresnes. Participó en el Estatuto de Autonomía de Canarias, fue ponente del Estatuto de los Trabajadores que revocaba el del franquismo, apoyó sectores económicos estratégicos, habilitó para Canarias una nueva fiscalidad y su estatus dentro de la Unión Europea. Hoy Canarias es un lugar mejor que hace 50 años por figuras como Jerónimo Saavedra. Gracias.