Ni la lluvia, ni el viento, ni la coincidencia con el Carnaval impidieron que cientos de personas salieran este 8 de marzo a las calles de las capitales canarias, para manifestarse por el Día Internacional de la Mujer y reivindicar los derechos de la mitad de la población. Y, como es habitual, empresas e instituciones se suman al grito feminista de la calle y se visten de violeta, en apoyo a lo que consideran una justa lucha feminista.
Pero al día siguiente, ese morado empieza a desteñir, y no solo porque esta convocatoria haya estado pasada por agua, sino porque las estrategias de empresas e instituciones que se mimetizan con la causa feminista suelen limitar su compromiso a un gesto simbólico que no se traduce en cambios sustanciales en el día a día de las mujeres.
Este fenómeno, el del disfraz que se ponen los que mandan para quedar bien estos días, tiene un término anglosajón que lo define: purplewashing, que significa lavado de cara violeta. El 9 de marzo, después de la ola de manifestaciones, es un buen momento para reflexionar sobre lo que aún queda por hacer durante los otros 364 días del año para lograr una sociedad realmente igualitaria.
Ellas cobran menos
"Cuando nos sentamos a negociar, no hay una empresa que no diga '¡aquí todo el mundo cobra igual!”, dice a Atlántico Hoy la Secretaria de Igualdad de UGT Canarias Mirna Ortega Chavaldas, pero una de las manifestaciones más claras de la desigualdad es la brecha salarial. Recientemente, se ha sabido que esta diferencia de salarios en Canarias es la más baja de todo el país, "1.013 euros anuales menos de media", apunta.
Pero esto tiene un reverso: "También son los segundos sueldos más bajos de todo el país", explica Ortega, insistiendo en que el fenómeno tiene más que ver con la precariedad y la falta de una economía industrial fuerte que con un logro feminista. "Una mujer en Canarias cobra unos 6.000 euros anuales menos que una mujer del País Vasco", expone.

La sindicalista considera "una obscenidad" la tasa de personas trabajadoras pobres, "para las que llegar a fin de mes es una odisea, y que no pueden afrontar los costes de la vivienda". Afirma que más de un 33% de las personas trabajadoras en Canarias son pobres, y, aunque sospecha que la mayoría de esta cifra es femenina, "los datos no están desagregadas por sexos y esa es una de nuestras reivindicaciones".
Trabajos feminizados
La brecha salarial, cuenta, tiene 3 patas. La primera es la segregación ocupacional: "Las mujeres en su enorme mayoría trabajan en el sector servicios, en puestos considerados, tradicionalmente, extensiones de las labores que hacen en casa, como limpieza o cuidados, y, por ello, están infravalorados", señala Ortega. "¿Por qué un albañil, que carga ladrillos, cobra un plus y una mujer que carga un cuerpo no?", se pregunta. Y se responde: "Es inexplicable".
Cuando se habla de igualdad salarial se piensa en trabajos idénticos, pero esto puede ser tramposo. "Hay que pensar en puestos de trabajo sino en puestos de igual valor", dice Mirna Ortega. Se trata de que los puestos de trabajo que se engloban bajo un mismo paraguas, después de un análisis, reciban igual retribución. Por ejemplo, "los albañiles y las cuidadoras tienen el mismo valor", y, sin embargo, no igualdad retributiva.
Las mujeres trabajan menos horas
Otra causa de la brecha es la parcialidad en el trabajo, que es "inmensamente femenina. Tres de cada cuatro puestos de trabajo a tiempo parcial lo ocupan mujeres", cuenta la experta, que incide en que no se trata de una cuestión voluntaria: "Muchas no encuentran otro trabajo a jornada completa, otras muchas deben trabajar menos horas porque se encargan de los cuidados de menores de 0 a 3 años, de personas dependientes o de mayores".
En las familias, continúa, si hay necesidad de cuidados suele sacrificarse el sueldo más bajo, que en la mayoría de ocasiones es el de ellas, continuando el círculo vicioso de la precariedad. Por ello, la reivindicación es que de los cuidados "se ocupe la administración pública. Que haya medios para evitar esta desigualdad".
Complementos incompatibles con los cuidados
Y, hablando de los cuidados, estos también están en la base de la tercera pata que explica la diferencia retibutiva entre hombres y mujeres: los complementos salariales. "Casi todos los complementos ponen en un compromiso la conciliación de la vida laboral con la personal y familiar". Se trata de complementos de turnicidad, de nocturnidad, de disponibilidad, tanto horaria como para viajar, que, "mayoritariamente, los cobran hombres".

Extra: la negociación de sueldos
Pero a puestos idénticos también hay brecha debido a los “salarios pactados”, una práctica en la que salen perjudicadas las mujeres y que, según Ortega, muchas empresas intentan camuflar. "Y para ello, desde UGT reivindicamos transparencia, que se trasponga ya la Directiva europea de transparencia salarial, en todas las empresas. Ya vamos muy tarde".
Que las mujeres enfrentan dificultades para negociar salarios justos lo confirma un estudio publicado en 2018 en Harvard Business Review. Expertos en distintas disciplinas explicaron este fenómeno por, entre otras razones, condicionamientos sociales, como la modestia y la empatía, que puede hacerles priorizar las necesidades de la empresa, o la anticipación de futuras necesidades de conciliación.
La calle es de los hombres
Además del terreno laboral, todavía poco labrado, otros siguen evidenciando altísimas cotas de desigualdad. Iluminador es el hecho de que, históricamente, se haya inculcado a las mujeres que tuvieran cuidado en la vía pública, pero rara vez se eduque a los hombres para que no agredan, lo que perpetúa la cultura de la violencia y la culpabilización de las mujeres por estar en "lugares equivocados".
"Si tocan a una respondemos todas", "sola, borracha, quiero llegar a casa" o "el machismo, eso si que es terrorismo" fueron algunas de las consignas que corearon este 8M reivindicando que la calle también les pertenece, porque uno de los mayores problemas sigue siendo la inseguridad. Mientras, los delitos de índole sexual en 2024 subieron en Canarias en un 19,1% respecto a 2023, y se registraron ese año más de 190 violaciones.

Para Ana Hernández, de la Plataforma Feminista 8M Tenerife, convocante de la manifestación, un gran reto al que se enfrenta la sociedad "es sensibilizar y educar par evitar la reaccion patriarcal que se esta produciendo en muchos sectores sobre todo juveniles, con negacionismo de la violencia de género y de la desigualdad".
¿La casa es de las mujeres?
Sin embargo, el problema de seguridad no se limita al espacio público. En España 1.296 mujeres han muerto asesinadas a manos de sus parejas desde 2003, 106 en Canarias. Para Hernández, urge mejorar la eficacia de la lucha contra la violencia machista: "Aunque la Ley de Violencia de Género de 2004 establece un sistema de prevención, se ha implementado de manera deficiente".
El ámbito doméstico es también un factor de riesgo para menores: según un estudio de la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género, el 75% de los agresores sexuales de niños y niñas pertenecen al entorno de la víctima. El espeluznante caso de Gisèle Pellicot, violada durante años en su casa, por su marido y decenas de hombres, pone en evidencia que el hogar tampoco es un lugar seguro para las mujeres.
Los colectivos feministas reclaman dotar de recursos suficientes a las trabajadoras para que puedan hacer frente a la creciente demanda de servicios y asistencia en casos de violencia, así como ampliar los servicios disponibles para cubrir todas las necesidades de las víctimas.
La carga de cuidar
Pero el ámbito doméstico sí es femenino si se trata de su mantenimiento. Mientras que el 45% de las mujeres afirma hacerse cargo de la limpieza de la casa, según una encuesta de Oxfam Intermón sobre desigualdad, solo un 9,9% de los hombres dice hacerlo.
Y el problema es mayor cuando se trata de ejercer los cuidados a personas dependientes. Hernández señala la falta de un sistema público de cuidados bien desarrollado, lo que obliga a las mujeres a asumir una carga desproporcionada, lo que supone una de las principales barreras para el acceso a igualdad de oportunidades en el trabajo y en la vida pública, como explicaba Ortega.
Discriminación institucional
La discriminación, en un sistema machista, va de la mano de cualquier poder, y el institucional y judicial no lo es menos. Hernández destaca la necesidad de mejorar la formación en materia de violencia de género "de un monton de jueces con conductas inaceptables". Además, dice, la burocracia machista y el "trato desigual a las mujeres migrantes agravan la situación", extendiendo un mensaje de racismo y exclusión que "es inaceptable".

Tanto este tipo de abusos, como el acoso sexual o por razón de sexo, también puede darse en cualquier ámbito. En cuanto al relacionado con el puesto de trabajo, "hacemos un llamamiento, una exigencia, de que los protocolos que se hacen en las empresas, que son obligatorios desde 2007, sean, como debería ser, fundamentalmente preventivos. No que se sirvan para actuar cuando ya hay víctimas", concluye Ortega.


