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Un ejemplar de insecto de la filoxera de la vid./ ARCHIVO

¿Qué es la filoxera, la plaga que tiene aterrorizados a los productores de vino de Tenerife?

La historia demuestra que la filoxera es implacable, el brote en Tenerife supone no solo un desafío técnico, sino también un reto cultural y económico

La filoxera de la vid (Daktulosphaira vitifoliae) es uno de los enemigos históricos más temidos por el sector vitivinícola. Este insecto diminuto, originario de Norteamérica, se alimenta de las raíces de la vid y provoca lesiones que impiden a la planta absorber agua y nutrientes. El resultado es un debilitamiento progresivo que acaba con la muerte de las cepas. En las hojas puede causar agallas, aunque el daño más destructivo siempre se produce bajo tierra, en el sistema radicular.

En el siglo XIX, la llegada de la filoxera a Europa desencadenó una auténtica catástrofe agrícola. Introducida accidentalmente en Francia hacia 1863, se propagó con rapidez y destruyó millones de hectáreas de viñedo en pocos años. Los países vitivinícolas más importantes, entre ellos España, Italia y Portugal, sufrieron pérdidas irreparables. La llamada Gran plaga de la filoxera obligó a reinventar la viticultura europea y dejó una huella económica y social de enorme magnitud.

Canarias, una excepción histórica

Canarias, sin embargo, fue una excepción. Gracias a su aislamiento geográfico y a las estrictas condiciones de entrada de material vegetal, el archipiélago logró librarse de la plaga. Esto permitió que en islas como Tenerife o La Palma se mantuvieran viñedos de pie franco, es decir, plantas no injertadas sobre raíces americanas. Esa rareza dio a los vinos canarios una identidad única en el mundo, con una pureza genética difícil de encontrar en otros territorios. Este factor se convirtió en un valor añadido para la viticultura insular y un argumento de peso en los mercados internacionales.

El equilibrio, sin embargo, se ha roto en las últimas semanas. La detección de focos de filoxera en Tenerife, principalmente en la comarca de Valle de Guerra (La Laguna) y en La Matanza de Acentejo, ha encendido todas las alarmas. Las autoridades del Gobierno de Canarias y el Cabildo tinerfeño han puesto en marcha un plan de emergencia que incluye la eliminación de las plantas afectadas, la desinfección de las zonas contaminadas y restricciones al movimiento de uva y material agrícola.

Brotes en Tenerife

Hasta ahora, las inspecciones señalan que los brotes se concentran en fincas abandonadas y no han llegado a viñedos en plena producción. Aun así, se han desplegado más de una veintena de agentes de Extensión Agraria que recorren finca por finca para certificar si están libres de la plaga. Según datos del cabildo, más de un centenar de explotaciones ya han sido declaradas exentas de filoxera, lo que permite autorizar con garantías el traslado de su cosecha.

La preocupación del sector es evidente. En caso de que la plaga se extienda, Tenerife podría perder el privilegio de contar con viñas centenarias en pie franco. La alternativa sería recurrir a la misma solución que salvó a Europa en el siglo XIX: injertar las variedades autóctonas sobre portainjertos americanos resistentes. Sin embargo, ese remedio implicaría una pérdida patrimonial incalculable, al comprometer la singularidad genética de los viñedos canarios y transformar radicalmente sus métodos de cultivo.

Un legado en juego

La historia demuestra que la filoxera es implacable. En el continente, solo algunos suelos arenosos o volcánicos lograron mantener a salvo pequeños reductos de vid europea sin injertar. Por eso, el brote tinerfeño supone no solo un desafío técnico, sino también un reto cultural y económico. La viticultura de las islas, que se ha apoyado en la exclusividad de sus cepas y en el enoturismo, podría verse seriamente afectada si la plaga se expande.

Hoy el objetivo inmediato es contener los focos, extremar la vigilancia y reforzar la coordinación entre administraciones, viticultores y consejos reguladores. Canarias ya logró en el siglo XIX lo que parecía imposible: mantenerse libre de filoxera mientras Europa sucumbía a la plaga. La pregunta es si ahora, más de 160 años después, podrá repetir la hazaña y proteger un legado vinícola único en el mundo.