Algunos pensadores afirman que “la cara es el espejo del alma” o que “lo que es adentro es afuera”, pero no siempre es así y lo hemos comprobado, no con caras pero sí en lo relativo al aspecto de los barrios, adentrándonos concretamente en el barrio santacrucero de San Andrés.
“El barrio a mi me parece que está limpio, los contenedores no huelen y mira, ¿ves algún papel en el suelo? ¿no, verdad? ¡Está limpio!”, comenta a Atlántico Hoy el empleado de una cafetería de la avenida marítima, la que conecta con la playa de Las Teresitas.

Buen aspecto
Tanto la vía principal como el entorno más inmediato presume de un aspecto impecable: contenedores limpios y totalmente alineados, sin atisbo de mal olor, más bien todo lo contrario. Papeleras vacías y ni rastro de papeles o cualquier otro tipo de desecho en el suelo.
Los operarios de limpieza van y vienen hacia Las Teresitas. Vemos un pequeño vehículo de la empresa, una especie de tuktuk que transporta en su interior hojas de palmeras y otros utensilios para la recogida de basura. Se adentra en una calle del pueblo. “Ese es el barrendero”, nos dice una señora que espera por la guagua que va hacia el Intercambiador de Santa Cruz. “Da gusto ver lo limpito que está todo”, añade, señalando hacia las aceras de la avenida.

Calles del pueblo
Nos adentramos en el pueblo y da la sensación que el paisaje idílico de orden y cero suciedad comienza a desaparecer de la retina, ya que empezamos a visualizar esquinas con marcas de orines de perros, maceteros rotos y algún que otro “desperfecto”.
“Los empleados hacen lo que pueden y lo que hace falta es más gente, más trabajadores”, comenta un vecino a la salida de un pequeño comercio de víveres. “Antes había un montón de gente limpiando y ahora los han reducido. ¡Queda uno!”, afirma, añadiendo que él y su vecina, “de vez en cuando, casi una vez a la semana”, limpian la calle en la que viven. “Cojo mi escobita y la manguera hasta que quede todo limpito”, matiza.

Plaza Isidoro Torres Díaz
Llegamos hasta el corazón del pueblo de San Andrés. Las mesas que ocupan la terraza de una cafetería están llenas de clientes.
El paisanaje de la plaza de Isidoro Torres Díaz es la muestra de un pueblo vivo y dialogante: tanto en el entorno de la iglesia como en la propia plaza, la gente habla de sus cosas del día a día junto a unos bancos que piden a gritos un poco de agua y jabón.

Más agüíta
Preguntamos por el aspecto de la plaza y del pueblo en sí a una vecina y comenta que la limpieza en San Andrés “es por épocas”. “Los barrenderos pasan todos los días y todos los días barren, pero es que estos árboles ensucian mucho. Cuando terminan de limpiar la parte de arriba de la plaza, la parte de abajo vuelve a estar igual”, explica.
Apunta, además, que lo que si echan en falta es más agüita en las calles. “El camión que pasa con agua, a lo mejor lo ves una semana, pero después pasa un montón de tiempo, meses, hasta que pase otra vez”.
Comenta esta mujer que todos los días pasa el camión fregando la avenida marítima, “pero en lo que es las calles interiores del pueblo es muy raro ver al camión, al barrendero sí”.
Bancos
El estado de suciedad de los bancos forma parte de las quejas de la gente que se encuentra en la plaza. “Los bancos los limpian una vez en semana, les echan agua y dejan que se seque, pero ni un trapo ni un escobillón usan para quitar toda la basura que tienen empegostada”, comenta, añadiendo que en diferentes ocasiones ha tenido que limpiar ella misma el exterior de su local por los excrementos de las palomas.
El próximo mes de noviembre se celebrarán las fiestas en este barrio capitalino. Nos comentan los vecinos que, cuando retiran el quisco de la plaza, el olor a cervezas “y lo que no es cerveza” llega hasta Navidades porque no pasan a baldear la zona.

Casas en La Ladera
A medida que abanzamos en el interior del pueblo el nivel de abandono y suciedad aumenta. Para llegar a la zona de La Ladera de San Andrés atravesamos un pequeño pasillo donde casi se nos pegan los zapatos al suelo. El asfalto de la calle casi no se ve del pringue que cubre tanto la calzada como las aceras.
Cruzamos la carretera general que va hacia Taganana y comenzamos a subir las escaleras de La Ladera. Un olor a falta de limpieza se adueña de la pituitaria a medida que ascendemos por la escalera: cuanto más subimos, más olor y más suciedad. La calles están impolutas, están limpias, pero los chorretes de las escaleras avisan que por allí no ha corrido agua y jabón en mucho tiempo.

Subiendo La Ladera
En una de los tramos de una de las escaleras nos cruzamos con una mujer joven y le preguntamos por la limpieza de la zona. “Tengo 31 años y en todos estos años solo he visto al barrendero por estas calles en dos ocasiones. ¡Aquí no viene nadie a barrer ni a fregar!”, enfatiza.
“Aquí limpiamos los vecinos, cada uno se ocupa de la parte de la fachada. los barrenderos aquí no vienen y como no hay carretera sino escaleras, menos va a venir una cuba a fregar. No mi niña, aquí limpiamos nosotros pero pagamos igual que el resto de los habitantes de Santa Cruz”, comenta una señora de edad avanzada.

Carretera general a Taganana
Uno de los comerciantes que se encuentran en la carretera general San Andres -Taganana se queja de la falta de personal y baldeos en este lado del barrio, pero también lo hace por la actitud incívica de algunos vecinos. “Sacan al perrito y ni agua llevan. El perro no es tonto y hace sus necesidades donde está limpio, así que yo todos los días tengo que fregar para que no se me llene esto de moscas”, apunta
“La limpieza no es perfecta, no está bien. Pero hay que empezar por nosotros, los propios ciudadanos”, indica. Por otro lado, este hombre apela a una limpieza profunda, argumentando que los árboles que crecen junto a la calzada desprenden una semillas que se pegan al suelo y, cuando hay algo de humedad, provocan que el suelo resbale, por lo que las caídas están a la orden del día “cuando caen dos gotas”.

“¿Que si resbala? ¡Esto patina como el diablo!”, comenta un cliente que espera para ser atendido en el comercio y añade: “¡Ojalá lloviera con fundamento y se limpiara toda esta basura porque, por lo que veo, otra solución no hay!”
